En El Evangelio según San Mateo (1964), Pier Paolo Pasolini refleja esa angustia fiel a su estilo: en toda la primera parte del filme no se oyen palabras humanas (sólo las que provienen de almas limpias: las del Ángel o las de los niños) y todo en ese fragmento es dicho con los gestos y los silencios. La inocencia de María que anuncia Gabriel se simboliza en la propia inocencia del Arcángel: su figura recuerda la de una adolescente, y su aparición se produce justamente donde antes jugaban los niños. Al regresar, José recuerda unas palabras de Isaías (“He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo”) que S. Mateo recoge en su libro. Y es que Pasolini –de ahí el título del filme- quiso seguir al pie de la letra el relato de ese primer Evangelio.
En Jesús de Nazaret (1977), Zeffirelli refleja el sueño inquieto de José: tiene una pesadilla en la que ve a su esposa María acosada por el pueblo de Nazaret. Quieren lapidarla, y recogen piedras con gesto amenazante. Aquí el director italiano establece un claro paralelismo con la escena de la mujer adúltera: así como el Señor no se quedó al margen, sino que actuó para salvar a aquella mujer pecadora, José comprende en ese sueño que debe actuar, que no puede limitarse a repudiarla. Cuando despierta por la voz del Ángel (Zeffirelli rehusó mostrar seres sobrenaturales en el filme) escuha la confirmación de que esa es justamente la voluntad de Dios.
Una solución parecida a ésta será la que emplee Catherine Hardwicke en La Natividad (2006). Sin percibirlo con claridad, el espectador se ve metido en el sueño de José: los habitantes de Nazaret quieren lapidar a María, y el angustiado carpintero –los acontecimientos le hacen sentirse traicionado- experimenta un fuerte deseo de venganza. Entonces comprendemos que no estamos en la realidad, que eso sólo puede ser un sueño: José nunca podría desear algo así. En medio de la pesadilla aparece la figura de Gabriel, que hemos visto antes en la Anunciación, y su voz le aclara todo lo sucedido. La escena termina con un pasaje que suele omitirse en los demás filmes: la conversación consoladora entre José y María, que sigue inmediatamente a este tormentoso episodio, y que torna la amargura en infinita felicidad
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