Anna tiene nueve años y vive con sus padres en el Berlín de los años treinta. Vive felizmente jugando y viviendo con niños de su edad. Ante la más que probable victoria de Hitler en las elecciones, sus padres deciden comunicarle a ella y a su hermano Max, que tienen que dejar todas sus pertenencias atrás y huir a Suiza. Entre esas pertenencias se encuentra su querido conejo rosa que echará de menos durante una larga huida por Europa. Este es el arranque de "El año que dejamos de jugar".
Centrándonos en la historia que ocupa e intentando no comparar con otras historias mucho más interesantes en la época en la que se sitúa, los diálogos están bien escritos, tratando a niños como personas inteligentes y dándoles una verborrea llena de matices interesantes.
Tanto el vestuario, como el ambiente y el decorado es de alto nivel, creando así siempre una escena totalmente convincente. Sin embargo, esto flaquea en una escena final, que transcurre en un famoso edificio, y ante los impedimentos de poder grabar en él, se recurre a unos decorados de cartón piedra que chirrían como una última pipa amarga dentro de una sabrosa bolsa.
En definitiva, esta historia recuerda a dramas del primer mundo como muchas de las películas de Sofía Coppola, con los que es difícil empatizar. Si uno comulga con ello y se centra en las pequeñas escenas que la componen y en la realización puede llegar a disfrutarla, ya que tanto los actores como el texto destacan por encima de argumento.
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- ##check## Lo bueno
- Los decorados y vestuario, todos propios de la época.
Los cuatro actores principales. - ##times## Lo malo
- La casi ausencia de conflictos, ya que la guerra queda muy de trasfondo, quedando casi imperceptible exceptuando unos pocos momentos.
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- Ambientación 7.0
- Desarrollo de Personajes 6.0
- Argumento / Guión 5.0
- Banda Sonora 5.0
- Entretenimiento 6.0
- Montaje / Innovación técnica 6.0
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- Puntuación Total 6 / 10
Fuente Imágenes: A Contracorriente Films