El año sin verano. Carlos del Amor

Publicado el 06 abril 2015 por Carmina
Hay ocasiones que en un libro llegas a encontrar aquello que precisamente vas rehuyendo, y es lo que me ha pasado a mí con El año sin verano. La yincana criminal me había hecho encadenar varias novelas negras, o cuanto menos criminales, estaba empezando a plantearme que era hora de cambiar de aires so pena de terminar mis días en un siquiatrico o viendo cadáveres por doquier. Nada hacía sospechar que esta novela que para nada es negra pudiera esconder un crimen.
Y una vez hallada la feliz coincidencia mi mente se puso a pensar en que casilla encajar esta reseña. La acción se desarrolla en un Madrid desierto o casi desierto por las vacaciones veraniegas, pocos son los Gatos que permanecen en la capital de España en el mes de agosto, pocas opciones me daba el libro, tenía que ponerme las pilas si no quería posponer mis impresiones hasta mayo. Y aquí me tenéis dispuesta a hablar de una novela que no ha sido lo que yo esperaba, pero que he disfrutado igualmente. Tanto que me ha resultado difícil despegarla de mis manos y la he terminado en a penas dos días puede que a ello haya contribuido que no son muchas páginas, 251, con una letra generosa, unos buenos margenes y una separación de capítulos por personajes que te obliga a ir leyendo para conformar el puzzle.
Puede que el español sea curioso por naturaleza, o puede que esa sea una característica del ser humano independientemente de su raza, religión o nacionalidad, la cuestión es que yo vivo en una finca familiar pequeña, tan solo dos vecinos y lo que le pasa a nuestro protagonista no me viene muy al pelo. Sin embargo, me he sorprendido pensando que hubiera hecho yo si hubiera vivido en una comunidad grande, pongamos de 7 plantas y al menos dos vecinos por rellano, y me encuentro un llavero con 14 llaves que abren además de mi casa, la de todos los vecinos...
Y la respuesta no es muy distinta de la que Carlos da en su libro, remordimientos incluidos y un sentimiento de culpa exarcerbado por ese pepito grillo inoportuno que se encarga de recordarte que lo que haces no está bien, y sin embargo el deseo de conocer la intimidad de esos vecinos se dedica a acallar esa vocecita insistente que da al traste con el goce que puedas sentir.
Me ha sorprendido la prosa de Carlos del Amor, no he leído su anterior libro a pesar de haberlo tenido en mi lista de deseos todo el año pasado, sin embargo ahora no descarto hacerle un hueco. He dicho que no esperaba una novela así, quizás porque son pocas las que he leído de este estilo, no estoy acostumbrada a que el protagonista sea el alter ego del autor, o él mismo convertido en personaje, y en esta ocasión es lo que encuentro en mi camino. Tampoco estoy acostumbrada a que un escritor me haga confidencias, y me cuente que tiene que entregar una novela, que se encuentra estancado, y como la soledad de su casa y una fortuita coincidencia le lleva a investigar a sus vecinos, y que todo ello al final se convierta en la novela, porque no tiene tiempo de escribir otra.
Pero como siempre me voy por las ramas, adelanto acontecimientos y rompo el efecto sorpresa, confieso que no tengo remedio en ese sentido. Voy a ponerme en cintura y a empezar por el principio.
El autor:

Carlos del Amor (Murcia,1974) es periodista y su carrera profesional está vinculada al área de Cultura de
los Servicios Informativos de RTVE. Su especial manera de enfocar la información en el Telediario le ha convertido en una de las voces más personales, reconocibles y seguidas del panorama periodístico.
Colaborador habitual en diversos programas de radio, ha cubierto los principales festivales de cine del mundo y entrevistado a numerosas personalidades de la cultura, Asimismo, ha publicado artículos en diferentes revistas, e imparte clases y charlas en universidades. Es un contador de historias. Y así lo demostró en su primer libro: La vida a veces (Espasa 2013), que tuvo una magnifica acogida tanto de la crítica como de los lectores.
Argumento:
El 2 de agosto dejé el coche en el garaje. Estaba desierto. Al llegar al portal, abrí y la puerta y maldije una nueva avería en el ascensor, tan bonito y antiguo como poco práctico. Vivo en el sexto piso de un edificio de siete plantas, así que emprendí la escalada resignado. En el tercero di una patada a algo, encendí la luz del rellano y vi un enorme manojo de llaves.
En pleno verano, Madrid está vacío y hay un periodista que tiene tiempo y ganas de curiosear. Las llaves están hechas para abrir puertas, buzones, coches, sueños. Y vidas ajenas. Aún así lo que menos se imagina es que se va a encontrar con una historia de amor, y con una misteriosa muerte que se verá inevitablemente abocado a investigar. La vida de los otros puede resultar sorprendente.
La primera novela de uno de los narradores más originales del panorama literario. Un libro diferente.
Mis impresiones:
Nada es lo que parece en esta novela, confieso que veo tan poco la televisión que ni siquiera he tenido que vencer los prejuicios hacia un autor televisivo porque no lo conocía en su faceta profesional, no voy a negar que me ha resultado atractivo que el personaje principal fuera periodista, no en vano yo también elegí esa profesión para mí a pesar de haberla ejercido durante un corto periodo de tiempo.
Otro punto a favor de esta historia es la metaliteratura, es un libro que habla de la construcción de una novela, de esas bambalinas que los lectores desconocemos y sobre las que nos preguntamos en más de una ocasión, o que incluso si tenemos ocasión interrogamos sobre ellas a los autores sin que muchos de ellos quieran descubrir sus secretos, sus ases, o simplemente algunos ni siquiera se paran a pensar en esas rutinas que muchas veces acometen como autómatas.
No todos los lectores sueñan con escribir un libro, pero yo pertenezco a ese pequeño grupo a los que les gustaría hacerlo algún día, en mi contra diré que me falta constancia y perseverancia, soy una persona muy caótica para casi todo en mi vida, y por ese motivo he empezado varias tramas que no he finalizado, y que posiblemente nunca resuelva, por ello el darme cuenta de que un escritor puede verse bloqueado, que su idea inicial al final no da resultado, y como poco a poco va construyendo otra que nada tiene que ver con la que pretendía me reconforta.
Carlos del Amor en esta novela juega con el lector, con un lenguaje sencillo, ágil, carente de artificios nos cuenta en primera persona las tribulaciones de un escritor que tras publicar su primer libro tiene otro apalabrado con la editorial, incluso tiene el tema cerrado, la vida de una mujer excepcional adelantada a su tiempo que para más señas es su abuela. Con la llegada del verano, con la mujer de vacaciones, y solo en la finca pretende dar un empujón a una novela tan ambiciosa como única. Sin embargo la muerte de su padre, el no saber como encarar la trama y un hecho tan fortuito como casual, el encontrar las llaves que ha perdido la portera, lo sumerge en una vorágine que devora sus horas de escritura sin que una sola línea se convierta en definitiva.
Tras decidir hacer uso de las llaves y adentrarse como un elefante en una cacharrería en la vida de sus vecinos y en su intimidad la primera persona se transforma en un narrador omnisciente cuando nos relata la vida de sus vecinos. Llama la atención que el protagonista para llegar a su trabajo atraviese un jardín dedicado a grandes literatos y allí hable en ocasiones con un jardinero sobre literatura, y más concretamente sobre su anterior libro de relatos, y que en la novela que estamos leyendo  ponga en práctica los consejos que este le da.
Reconozco que cuando en una novela hay muchos personajes, que entran y salen de escena constantemente pueda resultar lioso para algunos lectores, de ahí que pueda resultar  útil el encabezar el capitulo con el nombre del vecino que lo protagoniza, al principio la verdad es que me chocó bastante, sobre todo porque en una finca los vecinos interactúan entre sí, y aunque uno lleve el peso otros asoman irremediablemente.
Nos encontramos pues ante una novela coral en la que prácticamente los 14 vecinos están esbozados, además nuestro protagonista piensa que la distribución de la casa en la que uno vive desvela mucho sobre el carácter de sus moradores. De las incursiones nocturnas en casa de sus vecinos se obsesiona con la historia de Simón y Ana, el encontrar desde hace 30 años periódicos de un mismo día, 20 de noviembre, con unas palabras de Simón, periodista, hacia su mujer fallecida y el gran amor que le profesa le llevan a buscar sus crónicas en el periódico en el que publicaba, descubriendo un profesional singular.
Una simple pregunta, ¿Qué paso aquella mañana? desencadena un torrente en nuestro autor que está dispuesto a toda costa a descubrir que fue lo que le paso a Ana. Lo que termina descubriendo es un crimen disfrazado de suicidio que nunca llegó a resolverse y que nuestro protagonista termina a su manera. Para dar forma a la historia pregunta a la portera, investiga en casa de sus vecinos y descubre cosas que nunca jamás hubiera imaginado. Con todo ello crea una novela adictiva, que nos mantiene pegada a sus páginas.
O eso creemos porque el autor en el momento en que entrega el manuscrito da una vuelta de tuerca, nos sumerge de nuevo en las bambalinas del mundo editorial, nos muestra el engaño porque no es precisamente la novela que estamos leyendo, por eso digo que juega con el lector, y cuando creíamos que lo habíamos visto todo nos vuelve a noquear. Tan fina es la línea entre la ficción y la realidad que en muchos momentos de la historia llegaremos a preguntarnos que es verdad y que es mentira en esta novela, cuanto hay de imaginación y cuanto de realidad ficcionada.
Nos encontramos ante una novela muy difícil de catalogar, en la que el Amor tiene un papel fundamental, pero también la traición y la pasión, en la que el autor habla sobre un tema que no le es ajeno, puesto que casualmente nuestro protagonista también trabaja en televisión y en el área de cultura y Simón el vecino cuya historia le obsesiona también solía cubrir eventos culturales. Las bambalinas de la novela al descubierto le aportan a mis ojos un tremendo atractivo, y la intriga que el autor ha sabido dosificar poco a poco obliga al lector al seguir leyendo para descubrir si Ana se suicidó o realmente fue asesinada y por quién.
¿Es ético inventar datos que uno no conoce, dar un final que posiblemente pueda dañar a alguien?, probablemente no, pero ante la falta de un desenlace en firme, nuestro protagonista arriesga y de un farol descubre una verdad, pero lamentablemente cuando el caso ya ha prescrito. ¿Qué hay de casual en esta novela?
Conclusión
Si habéis tenido paciencia y habéis llegado hasta aquí os habréis dado cuenta de que a pesar de no ser lo que esperaba, sobre todo, porque tampoco se muy bien que esperaba, la novela me ha convencido, me ha mantenido pegada a sus páginas, como una voyeur más. El uso de la primera persona le ha otorgado ese carácter intimista que te hacía olvidar que estabas leyendo y bien podrías pensar que el autor te estaba haciendo una confidencia en torno a un café, confesándote sus tribulaciones cuando era incapaz de encadenar frases con sentido en una novela que no sabía como encarar.
Como un niño pillado en falta cuando encuentra el llavero y decide hacer uso de él, cuando se va obsesionando poco a poco con ese vecino suyo al que nunca ha visto, pero que parece ha tenido una historia de amor apasionante que ha terminado en tragedia, cuando imbuido de esa obsesión comienza ha tirar del hilo hablando con el policía que llevó el caso, con la portera, cuando descubre que los vecinos también esconden fantasmas en su armario, pero ello no le va a llevar a descubrir al asesino de Ana.
Cuando decide terminar la novela de la forma que le parece más probable, cuando encara el tema ético con las editoras, cuando el lector se da cuenta de que le ha tomado el pelo y lo vuelve a sorprender con un giro, cuando con todo la novela se convierte no en la mejor que has leído este año porque esta comenzando, pero te ha dejado ese sabor de boca tan especial que te planteas leer su libro de relatos.
En pocas palabras Carlos del Amor me ha convencido, me ha gustado su forma de narrar, de involucrar al lector que siempre parece que va un paso por delante del protagonista gracias a ese narrador omnisciente, por sus golpes de efecto, por su dosificación de la intriga, por su prosa sencilla y sin artificios.
¿Habéis leído El año sin verano? ¿Qué os ha parecido a vosotros?
Retos:

25 españoles

yincana crimina. Made in spain. Sucedió en Barcelona o Madrid. Madrid