Para los argentinos, 1816 es el año que nos evoca, automáticamente, la Independencia. Ése fue el año en que el Congreso de Tucumán declaró a Argentina independiente de la Corona Española. Pero para los habitantes del hemisferio norte, 1816 fue el “Año sin Verano”, un año particularmente duro en términos climáticos con repercusiones de un punto al otro del planeta.
Una niebla seca anaranjada se observó en la primavera y verano de ese año, en el este de los Estados Unidos. Oscurecía tanto el sol que podían verse, a simple vista, las manchas solares. Y los atardeceres presentaban ya, desde un año antes, fuertes colores, rojos, anaranjados y púrpuras.
Mayo trajo una helada que aniquiló los cultivos de Nueva Inglaterra y Nueva York. La mayor parte de los días de ese mes presentaron temperaturas bajo cero. Y en junio, nevó en Albany y Dennysville. En agosto, las crónicas registran hielo en los lagos y ríos de Pennsylvania.
El hemisferio norte entraba en el verano. Y cuando era de esperarse temperaturas cercanas a los 20 grados, se observaban increíbles nevadas que arruinaron los cultivos. Los granjeros entraron en bancarrota y la escasez produjo el aumento del precio de los alimentos. Como ejemplo, el bushel de avena aumentó de 12 centavos a 92 en un año. Y, peor aún, el este de los Estados Unidos todavía no estaban tendidas las vías férreas que pudieran traer la producción del oeste. Por eso la situación fue crítica: los cultivos propios eran vitales para la subsistencia de la población.
La nieve se hizo presente incluso en el sur de México y en Guatemala.
En Europa la cosa no iba mejor. Castigada por los estragos de las guerras napoleónicas, el clima agregó un nuevo sufrimiento a la población. Frío y lluvia colapsaron los cultivos de la Gran Bretaña. Pordioseros galeses deambulaban por los caminos pidiendo alimentos. El hambre fue el rasgo común en Irlanda, con la pérdida de las cosechas de avena, papa y trigo. La carestía produjo disturbios revolucionarios en Alemania. Suiza llevó la peor parte en la ola de frío, al punto que se formó un dique de hielo en el Glaciar Giétro, que se derrumbó en 1818 provocando el aluvión de 18 millones de metros cúbicos de agua retenida.
China registró la pérdida de la cosecha de arroz y una sucesión de inundaciones. El retraso del monzón del verano, produjo en India lluvias torrenciales que fueron claves para la propagación de una epidemia de cólera.
Se estiman que las epidemias y hambrunas del “Año sin Verano” provocaron 200 mil muertos. El historiador John D. Post calificó este suceso como “la última gran crisis de supervivencia del mundo occidental”.
El mundo parecía fuera de la normalidad. Y nadie sabía qué era lo que estaba pasando.
Sólo en 1920, el climatólogo William Humphreys intentaría la primera respuesta al “Año sin verano”
(Continúa mañana)