El anteriormente conocido como superhéroe con calzoncillos rojos

Publicado el 23 junio 2013 por Siempreenmedio @Siempreblog

Cuando me contaron que no iba a llevar los calzoncillos por encima de las mallas dije: ¿pero qué mierda de Superman es ese? Nuestro referente es ese superhéroe engominado con caracolillo cayendo sobre la frente que podía llevar la ropa interior con clase, con los superpoderes que tenía.

http://inserbia.info/news/2013/05/man-of-steel-fate-of-your-planet/

Así pues, muy escéptico y sólo, porque mi chica sentenció que para pajadas mentales y complejos de infancia no estaba, me enfundé las gafas de 3D y una paquete de cotufas (crispetas en colombiano) y me fui al cine que, por cierto, me costó cinco euros al cambio. Aquí en Colombia la peli se estrenó una semana antes que en España, para que vayamos pensando en quién es el tercermundista.

Nervioso, no por la peli, sino porque en este país no se apaga en móvil ni cuando te mueres, comencé a ver una película sabiendo que, pasara lo que pasara, yo era de Batman. En lo superhéroes tú tienes que elegir de quién eres, como de Canon y Nikon, del Madrid o del Barça, y esa elección te define. Y yo,  yo soy Batman.

“The man of Steel” es una buena relectura del mundo donde nace Superman, Krypton, nada que ver con el gélido ambiente que nos presentaba Richard Donner en sus maravillosas entregas que comenzaron en 1978. Un visión de 2013, con técnica y estética de 2013, y con las ostias de 2013. Es decir, muchísima fufa durante 2 horas, lenguaje que encandila a los veinteañeros mamadores de en esa comunicación visual hiperrápida, pero que a los que ya estamos en la cuarentena, nos aburre soberanamente. Falta de coherencia, con una edición bastante deficiente, porque está claro que la historia les quedó muy larga y tuvieron que cortar pedazos con hachas; y poco desarrollo del personaje principal, Kar-El, esta nueva entrega entretiene. Pero no va más allá. Se queda en lo que es: trompadas tecnológicas como panes y una sensación rancia a que Superman sigue siendo la marca de los valores y creencias yanquis. De hecho se creó con esa idea de animar a una sociedad norteamericana depresiva ética y económicamente en los negros años 30.

 Mi primera sensación nada más comenzar los créditos finales fue: qué grande es Nolan. El director de la última trilogía de Batman no creó una serie de pelis de superhéroe al uso. Creó historias donde los buenos no son tan buenos, y al revés. Creó historias con dilemas morales, que mostraban la oscuridad como un mundo no tan perverso. Así que a este nuevo Superman, que tiene problemas con todo (¿no los va a tener si es periodista a medio tiempo?) le auguro varias sagas más, con igual calidad técnica y vacío contenido.

 Pero lo mejor, la auténtica joya de esta film es, sin duda, su banda sonora. Les advierto que es auténticamente adictiva. Porque Hans Zimmer nos hace sentir poderosos, voladores, oliendo el cielo en nuestra cara, y sin necesidad de calzoncillos rojos ni capas engorrosas.