Resopla y corre, porque está tan asustado como yo. Ha evitado las lanzas, moviéndose con agilidad de derecha a izquierda, cambiando de dirección cuando menos se lo esperan. Se ha separado de la manada y viene hacia mí. Todos me hacen señales con las manos porque es el momento. Será mi inauguración como cazador. Vengo de una familia de cazadores, padre, abuelo y bisabuelo. No esperan menos de mí. Mientras el animal se acerca pienso en su vida, en su
mi pensamiento de cuidar, de amar, de convivir.
-Nosotros también somos animales-le digo a padre.
-No te irás-me dice él-.Serás nuestro guía espiritual, debemos aprender de ti.
Mi madre estaba feliz por mí y los demás también. Yo los guiaría a partir de ahora, diría cómo y cuando sería necesario cazar. Porque el “Dueño de las praderas” me había elegido.
-Y todo esto, porque no quiero matar-pensé.
Quería huir de allí, vivir solo en las montañas, meditando, dejando mi historia escrita en piedra, como algunos hicieron en el pasado. Pero mi destino ya estaba escrito, por el bisonte y mi tribu.