El chico de la famosa portada, de la que ha alardeado toda su vida, pretende sacar cantidad de pasta por aquel trabajito
Dos demandas recién presentadas acosan a dos grandes nombres de la historia del rock: A Bob Dylan lo acusan de abusos a una menor hace 56 años; y a los integrantes vivos de Nirvana de pornografía infantil por la portada del ‘Nevermind’. Ambas demandas tienen en común que las presuntas víctimas se han tomado su tiempo para denunciar y que se conforman con dinero. Los actuales tiempos de pensamiento inquisitorial y condena social sin juicio ni pruebas facilitan este tipo de intentos.
En realidad ambos casos tienen otra cosa en común: la cantidad de incoherencias y contradicciones de los denunciantes que, sin duda, facilitarán mucho las cosas a las defensas (salvo que aparezcan pruebas). Pero teniendo en cuenta el poder de movilización y convocatoria que actualmente tienen ciertas organizaciones, es fácil que los demandantes saquen tajada.
Se han publicado las fechas de giras y conciertos (incluso los carteles) que demuestran que Bob Dylan no pudo estar en Nueva York en los días que con tanta precisión indica la demandante. Observando el agotador calendario del músico en el ya lejano 1965, se comprueba que es imposible que estuviera en el lugar de los hechos durante mes y medio entre marzo y abril; cierto que algunos días le quedaron libres, pero parece difícil que el artista (que tenía novia y amante) tomara un avión, volara miles de kilómetros, perpetrara los supuestos abusos, tomara otro avión de vuelta… sin que se enteraran ni sus compañeras ni los músicos, representantes, asistentes o el director y el equipo de filmación que lo seguía continuamente para hacer la peli ‘Don´t look back’. Siendo tan fácil acceder a la agenda de Dylan en las fechas señaladas, sorprende que ningún abogado o asesor de la demandante se tomara la molestia de revisar los carteles de las giras para asegurarse de la posibilidad física de los hechos; aquella gira inglesa tiene gran significado, pues en algunos conciertos Dylan fue silbado y abucheado por tocar con guitarra eléctrica. Es posible que, tantos años después, la presuntamente agredida confunda años y meses, pero también es posible que todo sea imaginación y un intento de aprovechar la actual corriente inquisitorial para llevarse algo de los millones que Dylan acaba de cobrar tras vender derechos de canciones.
El otro caso es el del chico de la portada del ‘Nevermind’ (1991) de Nirvana, que ha presentado denuncia por pornografía infantil. Así, acusa a quince personas (con quince anzuelos seguro que alguna pica) de haber perpetrado aquella foto: el fotógrafo, dos miembros de la banda, la viuda de Kurt Cobain…, incluso el antiguo batería, que había dejado el grupo antes de que saliera ese disco; sorprende que no denuncie a sus padres, pues ellos fueron quienes autorizaron y participaron en la toma de la imagen y su posterior publicación (al parecer cobraron 200 dólares por el trabajito del nene). El chaval (hoy con 30) se tatuó ‘Nevermind’ en el pecho, ha alardeado y presumido de aquella foto muchas veces, la ha repetido con motivo de los aniversarios, al parecer era un recurso infalible para ligar… En la demanda asegura que “fue obligado a realizar actos sexuales siendo menor de 18 años”. Podría entenderse que el chico quisiera parte de lo que se ganó y se gana con el álbum en cuestión alegando que su imagen contribuyó al éxito, pero tratar de ingresar acusando de pornografía infantil parece disparate.
Muchos músicos de rock y artistas en general suelen llevar vidas alocadas y excesivas, por lo que la ola de acusaciones de este tipo continuará. Woody Allen fue acusado de delitos muy graves, sin embargo, en el juicio fue contundentemente exculpado. Y contra Michael Jackson hubo dos juicios en los que fue absuelto gracias, entre otros datos, a los testimonios de dos de sus presuntas víctimas, que juraron que el cantante no los había tocado; una vez fue acusado días antes de comenzar una gira, de modo que si hubiera persistido la acusación Jackson no hubiera podido abandonar EEUU, con lo que la compañía aseguradora habría tenido que pagar una millonada, de modo que ésta prefirió ofrecer pasta a la acusación para que retirara la demanda, oferta que el demandante aceptó a los pocos segundos, sin regatear…
No es que no haya indeseables en la esfera artística (habrá igual que en otros ámbitos), pero acusaciones con fundamentos tan escasos no dañan sólo a los acusados, sino también la credibilidad de quienes sí sufrieron las agresiones.
CARLOS DEL RIEGO