El apogeo del Imperio asirio

Por Joaquintoledo

Finalmente quedaba la lejana frontera occidental con Egipto, donde Asarhaddón tenía pensado lanzar un ataque, a fin de castigar a los hijos del Nilo a causa de su intromisión en socorro de los judíos. En efecto, en el año 673 a.n.e. vino la primera ofensiva con un éxito relativo, pues los egipcios lucharon denodadamente para rechazar al invasor. Sin embargo, el rey asirio decidió esperar y mucho más preparado, en el año 671 a.n.e. vuelve a lanzar un nuevo ataque que finalmente barre cualquier resistencia egipcia, toma el delta del Nilo y saqueó la ciudad de Menfis, quizá la principal de la parte norte de Egipto. Virreyes asirios no tardaron mucho en aparecer por aquellos lugares. Así entonces el Bajo Egipto era prácticamente incorporado al Imperio Asirio. En los años finales de su reinado, Asargaddón se dedicó a preparar su sucesión. Sin embargo su hijo heredero al trono, Sin-iddina-apla, murió. El segundo fue designado como rey de Babilonia, y finalmente, es nombrado como sucesor a su hijo menor, Shur-ban-aplu (que significa algo así como Asur crea al hijo), más conocido como Asurbanipal. Como Egipto mostró pronto dotes de rebelarse, Asarhaddón decidió salir a hacer frente a la amenaza él mismo, y camino a una tercera campaña, murió en el año 669 a.n.e. en Harran.

Asurbanipal: el salvador del pasado mesopotámico

La sucesión transcurrió sin mayores problemas. Asurbanipal, el cuarto heredero de la Dinastía Sargónida, podía presumir de ser el más grande rey del mundo. Desde Nínive, una ciudad donde convergían alrededor de 100 mil personas, y desde donde caravanas salían hacia la India o Grecia, estaba él como el rey de un poderosísimo imperio que parecía iba a durar muchos siglos más. Sin embargo, aunque resulte irónico de decir, era el año 669 a.n.e., y al Imperio Asirio, no le quedaba ni un siglo de vida como entidad política. Irónico. De todos modos, Asurbanipal se encargaría de marcar un hito en la historia y antes de que todo acabe, legó al mundo un gesto, que de no haberse concretado, probablemente se hubiese perdido mucho de la cultura escrita de la Mesopotamia del pasado.

En efecto, Asurbanipal siempre fue una persona culta, y como tal, una vez convertido en rey, pidió que además de ensalzar su ya exquisito y lujoso palacio, se disponga un espacio para construir la primera Biblioteca en la historia del mundo. Si bien la obra de recopilación de obras en tablillas ya había sido iniciada por Sargón, Asurbanipal, como buen rey culto que era, se dedicaba a coleccionar tablillas babilónica y sumeria de toda índole. Es decir, fue mucho más allá que su antecesor, y además ahora les daría un espacio físico adecuado. Y debieron haber sido muchas tablillas, pues la escritura ya tenía más de 2 mil años de inventada. Así entonces él mismo llevó la mayor parte del trabajo a la hora de recopilar la información y hacer un inventario de todos los títulos. Cada tablilla llevó su nombre y eso es lo que ha permitido que hoy en día se sepa quién es el autor de esta excelente iniciativa. Al menos unas 30 mil tabletas han sido encontradas por los trabajos arqueológicos, abarcando el terreno literario, contable, religioso e histórico. Era mediados del siglo XIX, cuando George Smith, arqueólogo inglés, hizo conocer al mundo contemporáneo, la obra de Asurbanipal. Una de las primeras tablillas que se rescataron, fueron alrededor de una docena, las cuales contenían el célebre Poema de Gilgamesh. Así, paulatinamente, se fueron descubriendo muchas otros relatos, como los del Diluvio, lo cual puso en tela de juicio, la autenticidad de los relatos bíblicos, catalogados como “intocables” y de revelación divina hasta entonces. En la biblioteca además se encuentran datos y tablillas con contenido de tipo histórico, libros de magia, diccionarios, gramática, temas de matemática y astronomía, religión, ciencias diversas, historia, derecho, etc.
Además de esta gran gesta cultural, arquitectónicamente, Nínive, Assur y otras ciudades principales, se vieron muy favorecidas por el gobierno de Asurbanipal. Sin embargo no todo era paz, por más que el rey lo desease así, pues a partir del año 664 a.n.e., los asirios se enfrentaron a los del Imperio Elamita otra vez. Su rey era Urtaku, el cual atacó Babilonia. Sin embargo ese mismo año, murió. Su hijo, heredó el trono y las cosas se tranquilizaron un buen par de años hasta que en el período del año 658 al 657 a.n.e., ambos países chocaron otra vez. La guerra se definió en la Batalla del río Ulaya, resultando los elamitas derrotados. Su nuevo rey hasta entonces, Teumman, se suicidó. Su cabeza se colocó en Nínive, y el imperio vencido pasó a formar parte de los grandes territorios de Asiria. Sin embargo, parecía más un país vasallo que incorporado al imperio, pues de momento, Asurbanipal no sembró la destrucción en las tierras de los elamitas.

Sin embargo, no había tiempos para descansos o celebraciones, pues Egipto estaba rebelde desde hacía un buen par de años y Asurbanipal no fue indiferente. Lanzó dos ataques mortales contra Egipto y derrotó a los hijos del Nilo. Inclusive llegó hasta Tebas y la sometió a un gran saqueo. Nunca un ejército llegó tan lejos en la tierra de faraones. En el año 655 a.n.e., empero, Egipto volvió a rebelarse, dirigido por Psamético I. Ser el dueño del imperio más poderoso del mundo, definitivamente era una tarea estresante y de mucha presión. Asurbanipal no pudo atender la sublevación en Egipto pues los cimerios se estaban haciendo fuertes de nuevo. Por fortuna para Asiria, en Asia Menor, se había formado un reino llamado Lidia, fundado por un general de nombre Giges, el cual se mostró prestó a colaborar para mantener a raya a los bárbaros. Felizmente, esto dio resultados, pero Giges falleció en la lucha en el año 652 a.n.e., perdiendo Asiria un gran aliado, y de los pocos que tenía.

Pero otra vez los elamitas, los cuales habían sido perdonados, se encargaron de causarle problemas a Asurbanipal. No contentos con ser los vasallos, creyeron que había llegado la hora de presionar otra vez las fronteras de Asiria. Recordemos que el hermano mayor del rey asirio, era Shamash-shumukin, el cual gobernaba Babilonia. Pues bien, los elamitas lo tentaron a aceptar ayuda, si es que se rebelaba abiertamente contra su hermano menor, Asurbanipal, diciéndole que éste nunca debió heredar el trono. En el año del 652 a.n.e., estalló la guerra civil entre hermanos. Pero ni aún así Asurbanipal se dejó sorprender, y haciendo gala de la reputación que tenían los soberanos asirios, por lo implacables y lo sangre fría, luchó contra Babilonia poniéndole sitio y en el año 648 a.n.e., su hermano fue derrotado. Sin embargo, Shamash-shumukin no cayó prisionero, pues junto con sus mujeres y esclavos, se prendió fuego y ardió, al parecer una obra iniciada por él mismo. En cuanto a Babilonia, si bien no fue sometida a la destrucción y saqueo que padeció durante los tiempos de Senaquerib, sí fue controlada por completo, y en las calles, la represión contra los dirigentes rebeldes fue realmente espantosa.

Pero ahora Asurbanipal, el bueno, culto y hasta pasivo rey, se había transformado en otro ser. Los elamitas habían sido perdonados en la guerra anterior, y se habían valido de ello para apuñalarlo por la espalda y escupirle a la cara. Obviamente, el rey asirio no iba a permitir otro suceso de esa índole, y sin más ni menos organizó un temerario ejército que descargo contra el Imperio Elamita, o lo que quedaba de él. La guerra contra estos duró en total, alrededor de diez años más, sin duda alguna larga y cara. Asurbanipal no vaciló ni un minuto y presionó lenta, pero progresivamente. Dio resultados, y en el año 639 a.n.e., destruyó la célebre ciudad de Susa. El reino o imperio, fue destruido, al igual que sus principales urbes, caminos, mercados y gobiernos locales. Como recordaremos, los elamitas habían sido vecinos de Mesopotamia casi desde los tiempos de Abrahán, pero ahora todo llegaba a su fin, pues abandonaron la historia en manos de Asurbanipal. Ciertamente, la coyuntura imperial lo había transformado en un monarca severo y muy cruel. Veamos este pequeño fragmento donde él mismo se jactaba de haber “pasado por las armas a tres mil guerreros y arrojados a muchos otros a las llamas, además de haber cortado, nariz, orejas, manos y ojos a muchos otros”. Según Isaac Asimov, los últimos catorce años del reinado de este soberano son un misterio. Si bien había asegurado todas las fronteras de sus potenciales enemigos, cuando Asurbanipal murió en el año 627 a.n.e., el Imperio Asirio había demostrado un declive.