Mira el niño del pasado, dibuja el adulto del presente. Riad Sattouf, el hombre que debía ser ‘el árabe del futuro’, nos invita a viajar a dos dictaduras árabes a través de los recuerdos de su infancia. “Me gusta estar en la posición del extranjero para retratar cada sociedad con una mirada lo más virgen posible”, cuenta el dibujante a Paulas Rosas en esta entrevista en El Confidencial. Nadie más extranjero que el niño que fue, rubio y francés, en la Libia de Gadafi o la Siria de Hafez al-Asad de finales de los setenta y principios de los ochenta, dos dictaduras de hierro que desaparecieron en una primavera que terminó en el más crudo invierno.
Mira Riad a su alrededor y su dibujo inocente se convierte en la denuncia más feroz. En Libia descubre que la libertad es una vivienda con goteras y sin cerradura. “La casa es de quien vive en ella”, escribió Gadafi en su ‘Libro verde’, así que si sales a pasear puedes descubrir al volver que tu casa ya no es tu casa, sino la de un nuevo inquilino. La comida está racionada, se come lo que las oficinas estatales reparten. Una semana, sólo hay plátanos; otra, también. Aquí y allá surgen esqueletos de hormigón, grúas detenidas que se llenan de óxido, como en una postal de la España de la crisis. En este estado sin capitalismo – pero que paga al padre de Riad decenas de miles de dólares en un paraíso del Canal de La Mancha – la publicidad es un retrato enorme de Gadafi, que saluda a sus súbditos vestido con su estrambótico uniforme.
“En ‘El árabe del futuro’ no me he censurado – cuenta Sattouf a Inés Martín Rodrigo – . He intentado articular lo sucedido de una forma que fuese inteligible para el lector. La historia que cuento contiene acontecimientos dolorosos y violentos y necesitaba encontrar el modo de narrarlo”. Cuenta Riad, pero el protagonista es su padre, Abdel-Razak, un sirio pobre que logró doctorarse en la Sorbona, un joven musulmán que en Francia comía cerdo y no rezaba, pero que cuando regresa a su Siria natal enseña el Corán a su hijo. “No era precisamente un demócrata, podemos decir que era una especie de fascista árabe – confiesa Sattouf a Borja Hermoso -, creía que la democracia no servía para nada, estaba obsesionado por esos gobernantes que manejaban sus países con puño de hierro, como Gadafi, como Hafez el-Asad”. ¿Cómo culparle si también nuestros líderes sentían que necesitábamos a estos tiranos? ¿Cómo reprocharle algo si aún hoy planteamos el dilema de o la dictadura de Al-Sisi o el caos?
Como ‘Persépolis’, ‘El árabe del futuro‘ retrata una dictadura desde la mirada siempre sorprendente de un niño, pero las desventuras de Riad no me recordaron la autobiografía de Marjane Satrapi, sino esa obra de arte que es ‘Pyongyang’, el retrato más demoledor de la dictadura más terrible. Como Delisle, Sattouf invita a sonreír una y otra vez, pero su cómic es aún más agobiante, a pesar de su estilo caricaturesco y de que el blanco y negro no es total. Las desventuras del pequeño Riad han recibido el Premio al Mejor Álbum en el Festival del Cómic de Angulema y tendrán segunda, tercera y, tal vez, cuarta parte. No me las pienso perder. Apuntan a ser relatos notables para conocer cómo eran Siria y Libia antes de, parafraseando al gran Michael Herr, dejar de ser países para convertirse solo en guerras.
(Para Anay, que sintió el silencio y me animó a volver)