El árbol envidioso
Había una vez un hermoso árbol plantado en un gran bosque, con tronco recto y fuerte de color marrón, sus ramas finas, hojas color verde oscuro y flores muy llamativas que muchas veces se convertían en ricas frutas.
En su copa había un nido con dos pichoncitos y se podía escuchar cada mañana a la madre de estos pichoncitos dando la bienvenida a través de su dulce canto al día que comenzaba.Este maravilloso árbol daba sombra y frescor, sus ramas brindaban asientos y cuando estas jugaban con el viento dejaban caer sus ricas frutas al suelo las cuales servían de suculento alimento.
Sin embargo, a su lado, vivía otro árbol que estaba seco, feo y pequeñito y, le miraba con mucha envidia. _ ¿Qué haces para estar tan bello y frondoso? Porque yo lo he intentado y no he podido lograrlo_ preguntó el árbol seco._ No puedes ser bello porque estás podrido de envidia y malos sentimientos en tu interior_ explicó el frondoso árbol._ ¿Y qué debo hacer?_ preguntó tristemente el árbol seco con lágrimas en sus dos hojitas._ Debes curarte por dentro para que pueda brotar la belleza que duerme en tu interior_ expuso el frondoso árbol.Entonces el árbol seco reflexionó y decidió sacar todos los malos sentimientos que le habían hecho permanecer podrido y seco durante tanto tiempo. Y como alma que se agita por salir y alcanzar las alturas, la hermosura que había dentro del él comenzó a moverse haciendo que salieran ramas y hojas verdes, flores y, sobre todo, ricas frutas.Ante este interesante acontecimiento ambos árboles muy felices lo celebraron con un concierto de ruiseñores en sus ramas y se hicieron muy buenos amigos.Autora: María AbreuEl corazón apacible es vida a la carne; mas la envidia, pudrimiento de los huesos (Proverbios 13:14)