El argumeno de Locke (1)

Publicado el 29 agosto 2013 por Tetenoemi @TeteNoemi

El poder militar de una sola potencia

Apuntes de lectura basados en análisis de Enrique Dussel.

El Occidente conquistó el mundo, destruyó culturas y civilizaciones, cometió genocidios nunca vistos, sin embargo todo eso lo hizo para salvar los derechos humanos.
Franz Hinkelammert

Mucho se dijo, sobretodo en los medios, que la masacre de septiembre de 2001 en NY cambiaba la historia contemporánea. Sin menospreciar el valor de las vidas que allí se perdieron, ni la enormidad de la tragedia y el dolor, sin entrar en polémicas de responsabilidades, que aún siguen siendo poco claras, quiero traer aquí lo que el filósofo ha dado en llamar «el argumento de Locke».[1]

Desde 1989 el Planeta se encuentra bajo el poder militar de una sola potencia: Estados Unidos que ha asumido una supremacía luego de la caída del muro de Berlín, manifestada en guerras cuyo escenario es el Tercer Mundo, incluyendo en él a la Europa oriental “tercermundizada”.

En todo este fragor contra el llamado “terrorismo” actual se encubren por ejemplo, históricamente hablando, hechos de tan lesa humanidad, como si la CIA fuera un hecho de pura telenovela, el golpe de estado contra Jacobo Arbenz, la invasión de Bahía de los Cochinos en Cuba, los “contras” contra el gobierno democrático de Nicaragua, la caída de Nasser en 1954 en Asia, el plan Cóndor, y un largo etc.

Recordando la expresión del mismo Kissinger, que enseñó que la geopolítica es la defensa de los “propios intereses”, terrorista es, según la definición vigente, el que atenta contra “nuestros intereses”, er decir, los de los “dueños de USA”. Durante la III Guerra Mundial, llamada Guerra Fría por los empresarios armamentistas, Estados Unidos se mostró baluarte del Derecho Internacional para oponerse a la URSS. A partir de 1989 ya no necesitará más esa política: se retirará de todos los organismos internacionales, incluso se opondrá a ellos (por ej. no pagando las cuotas a la ONU, no apoyando el Tribunal Internacional, no firmando el Protocolo de Kyoto, no permitiendo redefinir los fines del Banco Mundial y del FMI, no aprobando la Ley de Convención del Mar, ni la Convención de persidad Biológica, retirándose de la Conferencia Mundial contra el Racismo en Durban[2], y otro largo etcétera). El mismo Soros llama a la doctrina del norteamericano aislacionista el nuevo “market fundamentalism”. Estratégicamente lo que ha intentado en sus últimas intervenciones militaristas es el mismo objetivo: la expansión global de la presencia militar —como garantía de la expansión del mercado global, con especial referencia a la fuente principal de energía: el petróleo—.

“La Guerra del Golfo permitió a Estados Unidos imponer su presencia, para siempre, en Arabia Saudita (la “Tierra Santa” del Islam) y en Kuwait (en la parte central del Medio Oriente petrolero). La guerra de Kosovo, no dirigida por petroleros, situó en lugar secundario a la Rusia post-URSS (que ya no pudo ayudar a su aliado eslavo, serbio y ortodoxo) y movió a su voluntad a Europa con la OTAN. En la guerra de Afganistán, Estados Unidos ha instalado bases militares en el Norte de Afganistán, para siempre; y sea cual sea el nuevo gobierno y su orientación, le deberá al Pentágono haber destruido al Talibán…. “

Esta geopolítica militar que expresa una voluntad de poder omnímoda puede -y debe- ser analizada éticamente como un modo de racionalidad política que determina el horizonte interpretativo de toda filosofía política del siglo XXI que tenga -insiste Dussel- “alguna pretensión de pensar «lo real» y no meras piezas arqueológicas.”

Es un capítulo abierto, decimos con Dussel, que no habrá de cerrarse en tanto se sigan esgrimiendo argumentos filosóficos dentro de la lógica de Locke, sobretodo dentro de la política global y en los foros internacionales.

En siguiente post me introduciré más específicamente en el referido «argumento de Locke»

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[1] Dussel, Enrique, “Estado de guerra, democracia aparente y razón crítica” en Realidad, Rev. de Ciencias Sociales y Humanidades, Nº 87, mayo-junio 2002, San Salvador, UCA Editores.

[2] En el documento de la conferencia, Capítulo II, título C, pto. 4. leemos: El lunes 3 de septiembre de 2001, las delegaciones de Israel y los Estados Unidos de América se retiraron de la Conferencia Mundial Contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia.

 

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