1. El mundo existe y, en tanto existe, es más que nada.
2. Sin embargo, el mundo padece privación y alteración, por lo que es menos que el todo.
Que en el mundo se dan la privación y la alteración significa que hay en él un más y un menos. Hoy el mundo tiene más días que ayer, y no hay en el mundo la misma cantidad de orden en ningún momento. Tampoco encontramos en el mundo nada autárquico, es decir, algo que no necesite a otro para existir. Por tanto, la privación y la alteración se dan en todas y cada una de las partes del mundo y, por ello, también en el mundo en su conjunto, que no es más que la suma de sus partes.
Si se objeta que mundo es el todo porque nada existe salvo el mundo, será falso que el mundo padezca privación o alteración, ya que el todo no puede ser privado de nada ni mutar en otra cosa, pues nada hay fuera del todo. Pero es indudable que la privación y la alteración se dan en el mundo, por lo que la objeción decae. Queda demostrado, pues, que el mundo es menos que el todo.
3. Puesto que el mundo existe, siendo más que nada y menos que el todo, y puesto que nada hay fuera del todo, el mundo es parte del todo.
Ahora bien, el todo existe necesariamente y no puede devenir nada u otra cosa distinta del todo, lo que supondría su destrucción como todo. Mas, si algo se separara de él, el todo dejaría de serlo todo, pasaría a ser menos que todo y sería destruido. Luego el todo es indivisible.
Además, el todo existe plenamente y, como hemos dicho, no padece privación ni alteración. Luego el todo es inmutable.
Por consiguiente, concedido que el mundo es parte del todo, dado que no es la nada y tampoco el todo, y concedido asimismo que no hay partes en el todo, al ser indivisible, síguese que el mundo no será parte del todo por composición, sino por participación.
El mismo razonamiento aplica en cuanto a la privación y a la alteración. Pues si el mundo fuera una parte compuesta del todo y hubiera privación y alteración en el mundo, las habría también en el todo. Toda vez que esto es imposible, es fuerza admitir que el mundo participa del todo sin ser una escisión suya.
4. Si el mundo participa del todo, el todo existe. Y si participa de él por participación y no por composición, predicándose del mismo la indivisibilidad, el todo carece de partes.
Al carecer el todo de partes, el mundo no puede participar de una parte del todo y no de otra, pues el todo es un uno indistinto. Tampoco puede participar del todo por completo, por cuanto tal conllevaría una contradicción en los términos y sería un toticipar en lugar de un participar. Pero hemos visto que el mundo no es el todo; luego no toticipa al todo.
Conclúyese de lo anterior que el mundo participa del todo en tanto tiene ser y no es la nada, y de la nada en tanto no tiene todo el ser y no es el todo.
5. Como sea que el participar del mundo en el todo no conlleva una división del todo, y su participar en la nada no puede consistir en una interacción, ya que la nada nada es y nada obra, es de ver que el tomar parte del mundo en la nada significa ser creado de la nada, esto es, pasar del no-ser al ser. En consecuencia, el mundo no es eterno.
6. El todo, según lo hemos inferido, carece de privación, de alteración y de partes. Además, existe necesariamente y es el creador del mundo, al que educe de la nada. El ser así concebido no es otro que Dios. Queda con ello probada su existencia.