Escribe Lulio:
Si Dios no existe, el mundo, que en ausencia de Dios es todo cuanto existe, tiene existencia por un tiempo finito e inexistencia por un tiempo infinito, ya que, habiendo empezado a ser, existe en el tiempo y no existe en la eternidad. Luego el no-ser tiene una duración mayor que el ser. Luego el no-ser es mayor que el ser, lo que es imposible. Por tanto, Dios existe.
Si se objeta que la nada no tiene duración, puesto que no tiene existencia, respondo en defensa de Lulio que no sólo se predica la duración de lo que existe, sino también de lo que no existe. Verbigracia, decimos que la muerte es eterna, si bien ésta no es más que la ausencia de vida y, como tal, inexistente. Con ello no damos a entender que el no-ser es en términos absolutos, lo que sería un contrasentido. Más bien afirmamos en términos relativos que el no-ser de la vida mortal, o para el caso el no-ser del mundo, es eterno.
La nada no tiene entidad real y no es un ser del que quepa afirmar la existencia en un determinado lugar. Sin embargo, como negación de lo que aún no ha llegado a ser o de lo que ya no es, es conceptualmente posible y no entraña contradicción de ningún tipo. La nada también se predica necesariamente de las cosas finitas, que están penetradas por ella. Así, la nada del hombre es su no ser siempre y su no ser no-hombre.
Cabe decir otro tanto de cualquier ente que trascienda el movimiento. De este modo, la unidad no existe en el espacio, dado que todo cuanto existe en la naturaleza es múltiple, discreto y está sujeto a infinidad de mutaciones. Mas no es contradictoria y, por ende, es posible. Pues bien, todo lo que es posible tiene alguna o ninguna duración. Si no tiene ninguna duración, no es ni temporal ni eterno y no existe en absoluto. Si no existe, no obra; y, si no obra, nada existe por ello. Pero la multiplicidad existe por la unidad. Luego la unidad obra mientras la multiplicidad es; luego existe y no es ajena a la duración.
Semejantemente, la nada del mundo, al ser posible, obra que el mundo sea posible, ya que si la nada fuera necesaria el mundo sería imposible. Lo mismo puede decirse del mundo respecto a la nada. El obrar recíproco de los opuestos es un ser limitado y un ser limitando. Ya hemos visto que limitar es obrar y obrar es existir. Luego, en un sentido inespacial, en tanto obra el poder-ser del mundo, la nada existe y tiene una duración coincidente con el no-ser del mundo.