Cuando escuchaba esa frase, inmediatamente la relacionaba con una regla, porque sí, en efecto, yo fui de esa generación, al parecer no muy lejana del siglo XVIII en la que todavía me tocaron un par de reglazos y uno que otro coscorrón aplicado por los maestros de la escuela, nada brutal tengo que aclarar, digamos que era algo más o menos simbólico, y merecidos o no, confieso que de algo servían, porque mis calificaciones siempre mejoraban después de estos ejercicios pedagógicos.
Raúl Lemesoff un escultor argentino, se dio a la tarea de transformar un Ford Falcon modelo 79 en una especie de tanque de guerra con el que dispara libros a diestra y siniestra en su batalla contra la ignorancia; pero no se ría, un libro puede ser todo menos inofensivo, y no lo digo sólo pensando en su contenido, sino en su tamaño. Además para el pueblo argentino ese auto en particular les recuerda la dictadura militar,
las torturas y las desapariciones perpetradas por el Estado a bordo de estos vehículos.Para Lemesoff “la educación está en casa y la instrucción en la escuela”, considera que la lectura debe ser parte de la vida cotidiana por lo que la ha convertido en su proyecto de vida. No recibe un sueldo, el gobierno no lo financia, es más, muchas veces no mueve el tanque porque no tiene gasolina para hacerlo. El ADIM es el único auto que tiene, así que lleva su causa al banco, al supermercado o a cualquier parte que tenga que ir, aprovechando la vuelta para repartir uno que otro libro; aunque su verdadera misión es viajar con su arma a las zonas rurales del país en donde es más difícil conseguir un libro y en donde afortunadamente es muy bien recibido, los cuentos para niños ¡vuelan!
Si adaptó su auto para regalar libros, el no hacerlo sería una falta de conciencia, él va a donde le digan a recoger esas donaciones de libros y confía ciegamente en que las personas que los reciben continuarán con el ciclo de la donación. En este punto estoy totalmente de acuerdo con él, un libro que se recibe en donación no es tuyo, tiene un fin, tiene una meta y el conservarlo limita su función. Tal vez todos los libros deberían de circular así, pero a veces nos encariñamos tanto con ellos que nos da trabajo soltarlos.
Nada hay más efectivo que la lectura para combatir la ignorancia, si usted no tiene un tanque de guerra a la mano, intente bombardear a sus hijos con libros de forma manual, con suerte y uno de sus proyectiles da en el blanco. Busque uno del calibre de C.S. Lewis, Michael Ende o Roland Dahl.