Por: Dante Bobadilla RamírezFuente: Voz Liberal del Perú
Si algún politólogo está tratando de construir un perfil de la izquierda peruana, no puede dejar de anotar la patética utilización de los muertos para sus fines políticos. No solo son obsesivos adoradores de muertos como Juan Velasco Alvarado, el Che, Evita, Allende, Bolívar, Chávez o algún otro personaje elevado a los altares del rojerío, sino que incluso los muertos anónimos son útiles para sacarlos a la luz y armar campañas y orquestas. En el Perú ya se ha hecho una constante la aparición en los medios de izquierda de los famosos "Deudos de La Cantuta" metiendo su cuchara en todo lo que tiene que ver con Alberto Fujimori.
Esta semana la rojicaviar Rocío Silva Santisteban, secretaria ejecutiva de la CNDDHH, escribió otro de sus melodramáticos artículos para rememorar a un perfecto desconocido hecho ya famoso: Ernesto Castillo Páez, un estudiante de la PUCP desaparecido hace la friolera de 23 años. El morbo necrofílico de esta activista de los DDHH parece no tener límites. Vive lista a "conmemorar" cualquier aniversario de un muerto o desaparecido, siempre que se trate de una "víctima" del sistema o, más aun, de Fujimori, que es ya la especialidad de la izquierda "moderna".
La utilización de los muertos seguramente tendrá su máxima expresión en el próximo proyecto de la progresía, el pomposo "Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social", máximo exponente de la huachafería y la cucufatería caviar limeña. Seguramente volverán a hacer su aparición los insufribles "Deudos de la Cantuta" encabezados por la terruca Gisela Ortiz Perea y su relamido discursillo en contra de Alberto Fujimori, signado gratuitamente por la demencia roja como el responsable de la matanza.
Todavía está pendiente el tanático proyecto del "Plan Nacional de Investigaciones Antropológico-forenses" recomendado por la CVR y que pretende iniciar el desentierro de cuando menos 10 mil fosas por todo el país. El principal (y único) objetivo es hacer otro gran negociado caviar con las ONGs que aguardan ansiosas la aprobación del proyecto, ya que más allá de eso no servirá absolutamente para nada, aunque nos vengan con un rollo repleto de muy altruistas motivaciones que en verdad no pasan de ser una muestra más de la diarreica palabrería progre.
Como vemos, la ética y moral de la izquierda no hace ascos cuando se trata de hacer dinero manipulando la memoria y jugando con los cadáveres cuando estos son útiles para montar un psicosocial. Sin duda, la izquierda no es un lugar donde los muertos puedan descansar en paz.