Revista Arte

El Arte -o la vida- y los intereses; lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico.

Por Artepoesia
El Arte -o la vida- y los intereses; lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico. El Arte -o la vida- y los intereses; lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico.El Arte -o la vida- y los intereses; lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico.
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¿Qué nos lleva a interesarnos por una cosa y no por otra? ¿Por qué, de pronto, descubrimos -casi sorprendidos- que nos interesa más un tipo de Arte, o de cosa, que la que antes nos arrebatara hasta la extenuación? ¿Es algo irracional o racional? En la psicología de las motivaciones humanas se establecen dos grandes categorías: las motivaciones primarias y las secundarias. Las primarias son las primitivas (comer, saciar la sed, satisfacer los deseos biológicos, sobrevivir, etc...), las básicas, elementos fundamentales para existir. No podemos eludirlos, no somos capaces de no desearlos; no necesitamos aprender nada para comprenderlos, para satisfacerlos, para querer satisfacerlos más bien. Aquí hay unanimidad, hay certeza; no hay confusión, discernimiento alternativo, ni dilación, abstración o idealismo. 
Pero, y en las motivaciones secundarias ¿qué sucede?, y, sobre todo, ¿qué son éstas? Son propias de la evolución del ser humano, de su progresión cultural, emocional y social. A diferencia de las primarias, éstas no tienen su fin -su único fin, realmente- en la necesidad de satisfacerlas por sí mismas. Aquí surge el concepto emocional de interés, en donde la curiosidad se centra en un objeto -o proceso- del todo construido por la evolución humana. Este interés es un tipo de motivación secundaria que se caracteriza por incorporar un añadido gratificador que superaría la simple necesidad de satisfacerla.
Cuando una necesidad primaria se satisface se advierte claramente un cierto grado de placer, que se agota en sí mismo pronto. Pero, sin embargo, en el interés de las motivaciones secundarias no se consigue del todo una completa satisfacción, una sensación de saciedad plena, con lo que la persona continuaría aún motivada, tratando así de conseguir avanzar -de progresar- todavía más en sus motivaciones. A diferencia también de las primarias, las motivaciones secundarias son más complejas, no son tan claras, delimitadas o previsibles. Cuando una motivación -primaria o secundaria- se produce es por una carencia que un individuo tiene en un momento determinado. Se dice entonces que existe un determinado desequilibrio en el ser que lo padece. El los casos primarios, la biología nos dice que hay una perturbación en el organismo que hay que corregir. En los secundarios, se trataría en cambio de una alteración psicológica, mental, y cuya manifestación generalmente se lleva a cabo mediante una forma de ansiedad.
Si en el desarrollo de nuestra curiosidad -interés emocional- buscamos -o encontramos por casualidad- la solución que atenúa nuestro ansia, se produce lo que se denomina en psicología resonancia afectiva, o sea, la capacidad para sentir emociones sensibles gratificantes. Y donde lo que se pone en marcha así, en la persona, son ahora elementos de su voluntad que terminarán por satisfacerse con esto tan escondido que ha descubierto por fin. En definitiva, el deseo. Estos procesos son muy complejos y personales, muy diversos y diferentes, nada universales ni comprensibles por todos; algo absolutamente individual y misterioso.
El filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951), trató, como todos los buscadores de la verdad, de encontrar el sentido último y real de lo existente. Definió que la lógica es la forma con la que se construye el lenguaje con que describimos nuestro mundo. Hasta aquí, claro. Insistió sin embargo en que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. El filósofo quiso así definir una teoría de la significación -¿qué significan las cosas en sí?-, de la verdad. Decía, una proposición será significativa -tendrá significado, sentido- en la medida en que represente un estado de cosas lógicamente posible. Otra cosa distinta es que ésta sea verdadera o falsa. Es decir, ¿algo con significado puede ser realmente falso? Efectivamente, como dice el pensador austríaco, el mundo es todo lo que sea el caso, es decir, que deba darse; la realidad será la totalidad de los hechos posibles, los que se dan y los que no se dan.
Por otra parte, para definir esquemáticamente el mundo psíquico el psicólogo francés Lacan (1901-1981) ideó su teoría de Lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico. Las tres cosas las enlaza como en un nudo, el también llamado Nudo Borromeo -como tres aros enlazados que al romperse uno de los tres los otros dos acabarían desunidos-, y que formarían una estructura de tres elementos relacionados. Según Lacan, los tres elementos posibilitan el funcionamiento psíquico, de modo que cada mecanismo psíquico es analizado así en sus elementos reales, imaginarios y simbólicos. Por tanto, un proceso de pensamiento siempre llevaría un soporte real y además una representación en lo imaginario y en lo simbólico.
Entonces, ¿qué es lo real en sí mismo, cómo podemos saber que no estamos matizando la realidad con algún elemento imaginario? El escritor actual francés Christophe Donner nos dice en su obra Contra la imaginación (1998): Decidí sublevarme contra la imaginación igual que, tiempo atrás, lo hice contra las rimas y contra la pequeña música de las palabras, porque me di cuenta de que era un canto para favorecer la hipnosis. Sin aventurarnos en arriesgadas hipótesis, podemos decir grosso modo de dónde viene la imaginación: si tengo sed, imagino que bebo; si tengo hambre, me imagino un festín, la amo, imagino nuestro primer beso. No me parece que sea una hazaña creativa ni espectacular ni turbadora. Relatar el suplicio del hambre padecida, de la sed, describir las delicias del estado amoroso, consagrarse a los efectos presentes antes de que el agua, la comida o el beso consigan saciar todos los deseos que teníamos, eso es harina de otro costal. Ese es el gran desafío que la realidad le lanza al Arte. La realidad es lo que el Arte debe saber.
Y en la vida, ¿cómo nos obsesiona la imaginación cuando nos dejamos devorar por sus fantasías improductivas? Lo Real es todo lo que no es representado, lo único que existe verdaderamente de por sí. Lo Simbólico incluso es una manifestación abstracta y creativa de parte traducida de la realidad. Pero, lo Imaginario, lo que nos subyuga nuestra capacidad de razonar adecuadamente, puede ser un peligroso estado que lleve a quien lo padece a distorsionar el sentido de la vida, de la suya y la de sus semejantes. Ante esa capacidad imaginativa -de imagen- el ser que persigue el disfrute artístico puede arriesgarse a ser llevado por enjuiciamientos endebles -prejuicios- que no sean basados más que en una ignorante, inmadura o parcial forma de acercarse a la realidad, algo que debería ser el único y atractivo modo -en todas sus maravillosas tendencias- de considerar el Arte -o la vida.
(Óleo barroco de Francisco de Zurbarán, Muerte de Hércules, 1634, Museo del Prado; Obra hiperrealista, Yoko for one day, del autor actual madrileño Gonzalo Borja Bonafuente; Retrato de Margaret Wittgenstein, 1905, del pintor simbolista Gustav Klimt, representa la hermana del filósofo Ludwig Wittgenstein el día de su boda; Cuadro La anunciación, 1570, de El Greco, Museo del Prado; Óleo Los dos saltimbanquis, 1901, de Picasso, Museo Pushkin, Moscú.)

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