El arte y su huida de la realidad

Publicado el 14 noviembre 2013 por Felipe Alcalde @ALCALDEArt

Ortega y Gasset

Las corrientes artísticas, como dice Ortega y Gasset, en su genial obra "La Deshumanización del Arte", tienden a desnaturalizarse; a alejarse cada vez más de la realidad.
¿Dónde encontramos las pruebas de esta desnaturalización o deshumanización; de este giro hacia lo abstracto? Baste con poner algunos ejemplos:
-Goya-Picasso
-Bach-Pink Floyd
-Bernini-Gaudí, etc.
Pero, ¿existe alguna corriente artística que merezca ese nombre por encima de cualquier otra? ¿Es más artístico Velazquez o Pollock? ¿Mozart o Pink Floyd? ¿Miguel Ángel o Chillida?
Bueno. Ya se ha dicho, con acierto, que el arte reside en el ojo del que contempla. Bajo mi humilde punto de vista, no creo que exista un arte mejor que otro. Existen distintas corrientes que no pueden ser comparadas, que se deben disfrutar desde las distintas subjetividades.

Jackson Pollock, ante su "Summertime: Number 9A, 1948"

La opinión de las personas importa mucho en este tema. El pintor de un cuadro abstracto puede haber intentado reflejar un determinado sentido en una de sus obras; y, sin embargo, cada persona que lo vea puede interpretarlo de una manera distinta.
En este hecho reside una de las gigantescas grandezas de esta corriente artística. Una misma obra puede ser idealizada según infinitas ópticas, y así, se convierte en una obra para cada persona. De una sola, ha pasado a ser 6.000 millones de obras.

Pink Floyd, "Live at Pompeii"

Para muchos, aún hoy en día, este paso ha sido de "arte impolutamente técnico y laborioso" o "melodías gloriosamente concebidas", a "manchas en el lienzo" y "ruido ensordecedor". En este aspecto, podríamos calificar de verdadero artista, no sólo al que lo crea, sino también al que lo sabe entender. El hecho de que alguien no pueda entender una obra no dice nada en contra de esta, y, tal vez, algo en contra de el primero.
En mi opinión, el cambio tiene que ver con el paso del énfasis en la técnica -de la gris ejecución perfecta- a la ejecución plena de sentimientos; al acento en la expresión llevaba al extremo, y prescindiendo de las hortodoxias. Con ello, no quiero decir que Mozart tocase sin sentimiento alguno, nada más lejos de mi intención. Pero sí, que en el arte actual, el transmitir ocupa el papel central; muchas veces por encima de la técnica empleada en su ejecución.
Y pasamos, de aquella era en la que, mirando un cuadro realista perfectamente creado, decíamos: "Pues sí, ese jarrón está exquisitamente hecho; ¡qué proporciones, oiga! Parece de verdad"; a, observando un cuadro de Picasso, simplemente decir: "Guau... Esto es increíble".

Los dos miembros de la ecuación son imprescindibles para poder entender el arte en su conjunto. De hecho, uno puede escuchar el "Aria" de Bach y, acto seguido, "Shine on  you Crazy Diamond" de Pink Floyd, sin notar un cambio brusco entre ambos. Los dos ejemplos representan dos gigantes artísticos, de caracteres opuestos pero compatibles.
Felizmente, la realidad es que las corrientes de todas las épocas coexisten hoy en día. Y, gracias a ello, podemos disfrutar de una variedad artística para todos los gustos, sean clásicos o transgresores. Y digo transgresores, sí; porque estas convulsiones en el arte también obedecen a las convulsas épocas que el mundo vive desde principios del siglo XX hasta nuestros días. El arte evoluciona según el contexto de las épocas.
¿Volverá algún día el arte a centrarse exclusivamente en las expresiones de la belleza? Ni la realidad parece permitirlo, ni tampoco lo quiero, personalmente. El arte ya es exquisito como es, en su variedad.
Y a estas alturas, alguno empezará a preguntarse qué diantres tiene que ver todo lo dicho con la filosofía. Pues aquí va la relación: Mientras que la sociedad tiende, indudablemente, hacia el materialismo; el arte camina en dirección contraria.

El arte avanza cada vez más hacia un concepto genuinamente platónico, huyendo de la realidad para venir a representar, muy a menudo, las ideas más universales; de una manera muy alejada de la simple figuración -sea en el ámbito de la pintura, o en cualquier otro-. Se dejan de pintar naranjas o chicas de lustrosos mofletes, y se pintan, en cambio, el amor, la tragedia, la felicidad, el terror -todos ellos como puras ideas, como intentando dar corporeidad a lo trascendente-.
Se trata de un cambio hacia "la máxima expresión del expresar".
Estos conceptos se deben tener en cuenta, a mi juicio, a la hora de analizar, comprender y disfrutar las obras que menos tangibles puedan parecernos en un principio. Si se consigue dar el necesario paso hacia la comprensión del nuevo arte, este podrá llenarnos como ningún otro lo haría; o, al menos, de manera muy distinta.