El otro día cayó en mis manos un artículo de opinión “Madres perfectas” que la escritora Elvira Lindo había publicado en el periódico El País el 28 de noviembre de 2010. Cuando lo lees te queda una sensación poco agradable, ya que no creo que artículos de este tipo ayuden nada a la cultura saludable de la lactancia materna.
Cada mujer es libre de decidir cómo alimentar a su hijo. Elvira Lindo se posiciona del lado del adulto vs. niño; un ser que debe tener claro que “Yo, adulto” voy a seguir haciendo mi vida cuando llegue al mundo. Sin embargo, en mi opinión, el niño debe ser una persona integrada en la familia (sea convencional, monoparental, homosexual, mixta, o de cualquier otro tipo). No es él quien debe adaptarse a nosotros sino nosotros a él, ya que acaba de llegar y su proceso de maduración y adaptación al entorno es más lento, respetémosle. Poco a poco iremos construyendo una nueva agrupación familiar que respete a todos los integrantes.
Elvira Lindo defiende a un tipo de mujer que se aleja del respeto a los niños; criticar a las madres que deciden dar el pecho o portan todo el día a su bebé en brazos solo da a entender envidia o poco respeto hacia los demás. Afortunadamente lo que diga no va a misa, faltaría más. Las madres que decidimos alimentar a nuestros hijos con lactancia materna también trabajamos e intentamos conciliar la vida laboral y familiar; es a los gobiernos a quienes debiera criticar para que, como en otros países, se nos permitiera reducirnos la jornada sin sentirnos culpables o para que nos aumentaran los permisos de maternidad y lactancia.
No obstante, Elvira Lindo considera que el hecho de que los niños sean alimentados con leche materna a demanda y que estén todo el día en el regazo de su madre es concederles demasiados privilegios. Tras leer el artículo da la sensación de que ha practicado un tipo de crianza conductista y atropellada, una educación en la que el niño es eso, un ser que no habla o que solo dice cosas de niños y por tanto ya interpretaré yo lo que quiere decir a mi antojo, según me convenga. No tengo ni idea si es su caso, pero da esa sensación, a mi juicio.
La diferencia es que las madres que alimentamos a nuestro hijos con leche materna más allá de los seis meses y tenemos a nuestros hijos en el regazo, tan cerca de nuestra piel, lo hacemos porque nos da la gana, porque disfrutamos la maternidad plenamente y no echamos de menos ningún tipo de huida de la realidad para volver a ser lo que éramos antes de nacer nuestro hijo, porque nada es igual, es mejor.