El asesinato del archiduque Francisco Fernando

Por Joaquintoledo

Asesinato del archiduque

La última mitad del siglo XIX fue una época muy tumultuosa y llena de dinamismo. No obstante, sin contar la guerra franco-prusiana y la guerra de Crimea, y más allá de las múltiples revoluciones que habían cambiado el status quo socio-político de varios países, imperios o reinos en la primera mitad del siglo, Europa tuvo una época de relativa paz ya que el Imperialismo y sus nefastas guerras se habían presenciado lejos del Viejo continente. Asimismo, el progreso traído por la Segunda Revolución Industrial hacía ver a los pueblos europeos como los más civilizados, pacíficos y modernos del mundo. Pero detrás de toda esa enorme hipocresía se escondía un enorme y constante afán por descubrir y experimentar, gracias a los avances científicos impulsados por la ya nombrada revolución, con nuevas armas, químicos y juguetes bélicos que permitiesen mantener a raya a los adversarios, además de cumplir las exigencias y mandatos que cada país quería para sí, en el máximo apogeo del “Imperialismo europeo”. Esta época ha sido denominada por los expertos como “La Paz armada”.
En efecto, la “Paz Armada” (1870 ó 72-1914), fue un período en la que las potencias imperialistas europeas como Inglaterra, Francia, Rusia, el Imperio Alemán, Austria Hungría y el Imperio Otomano, por señalar los más relevantes ejemplos, se dedicaban a utilizar la tecnología con fines bélicos creando nuevas y malévolas armas que destruyesen cualquier ejército y sometiesen a sus enemigos, mientras se vivía una aparente paz y tranquilidad, que nada hacía pensar la guerra a todo cuartel que se desencadenaría. Obviamente el desarrollo de nuevas armas llevaría algún tiempo, es decir, años previos a la Primera Guerra Mundial; sin embargo, para inicios del siglo XX ya se habían inventado poderosos cañones y los aviones parecían apuntarse entre las nuevas armas que decidirían las batallas del futuro. Las granadas serían las nuevas armas de mano, se inventaron las ametralladoras. Los buques de guerra se hicieron indispensables para abastecer a las tropas en terrenos lejanos. Más tarde y en pleno apogeo de la guerra se introduciría el carro de combate, o tanque, y los gases tóxicos, siendo las primeras armas químicas usadas en una guerra.


La otra cara de moneda era la llamada “Belle Epoque” (Bella época traducido del francés), período ubicado entre 1870 y 1905 ó 12. Su nombre parece decirlo todo. Los progresos también podían utilizarse en bienestar de la humanidad, y en efecto así fue. La mejora de la calidad de vida-habría que ser muy claros en decir que sólo gozaban de este beneficio en su máximo apogeo Europa y Estados Unidos-había creado un optimismo y una algarabía entre el común denominador europeo-especialmente si era noble-nunca antes alcanzado o visto. Así pues, se inventó el teléfono, el motor diesel, el automóvil, el telégrafo, el cine, y además hubo avances en medicina, química, biología y las artes. Abundó el lujo, la elegancia y la comodidad. El hundimiento del “Titanic” en 1912, transatlántico inglés siendo el mayor de su época, representó la decadencia y el fin de esta era que ya tocaba su fin, justo cuando los imperios empezaban a limpiar sus armas tras sacarlas de las cajas donde habían estado recluidas durante épocas.
Pero si los períodos hablan mucho de todo este proceso, más lo harán los protagonistas. En efecto, las futuras y principales potencias beligerantes serían: Inglaterra, Francia, Rusia, el Imperio Alemán, Austria Hungría y el Imperio Otomano. Estados Unidos, potencia imperialista también, entraría más tarde al conflicto, además que no participó directamente de la llamada “Paz Armada” por la sencilla razón de que la economía e industria americana se colocó a la vanguardia recién al ingresar a la “Primera Guerra Mundial”. Inglaterra era para aquel entonces la máxima potencia mundial, además contaba con la armada más moderna y numerosa del mundo, capaz de igualar a dos potentes armadas juntas, era “la reina de los mares”, sin embargo con la Revolución Industrial, la reunificación alemana y toda la política extranjera llevada a cabo por el canciller de hierro, Otto von Bismarck, condujeron a una rápida creación de la identidad nacionalista alemana. Por supuesto, teniendo en cuenta el contexto, dicha identidad no valdría lo suficiente, por no decir nada, si no se contaba con fuerzas armadas respetables en cantidad y calidad.

Bismarck y el emperador Guillermo II se encargarían de armar a Alemania en pocos años, y no tuvo reparo en ocultarlo, acción que generó recelos en Francia, que sumado a su derrota en Sedán en 1872, no quería ver una Alemania convertida en potencia.
Pero Inglaterra era la más preocupada de todas ya que veía como poco a poco el Imperio Alemán iba ganando terreno en el escenario mundial, y en pocos años construyó una armada naval que amenazaba con acabar con la supremacía inglesa. Bismarck ciertamente intentó una alianza con Inglaterra que nunca se concretó a causa de las negligencias de los nobles y demoras varias. Lo cierto es que la soberbia inglesa no quería aliarse con esta nueva amenaza así que decidió apoyar a Francia de ahí en más y firmaron pactos secretos de alianza-secretos en teoría-que más tarde terminarían culminando en la llamada Triple Entente, que también integraría Rusia. Francia, como ya hemos mencionado seguía resentida con Alemania por su humillante derrota en la guerra Franco-Prusiana. Al parecer el progreso no se había visto reflejado en los sentimientos… como sea Francia también veía que Alemania, ingresado el siglo XX, se había convertido en la máxima potencia continental europea desplazándola, además muchos territorios coloniales se hallaban en disputa.

Alemania por su parte era una patria unida, joven y sólida. El nuevo país emergente se mostraba frío y arrogante tratando a potencias occidentales de antaño de igual a igual. Lamentablemente pese a todo su progreso como estado-nación había llegado tarde al reparto colonial, por ende se hallaba ansiosa y sedienta de poseer territorios por lo cual se dedicó sólo a ponerse en contra de los intereses anglo-franceses, en especial en lo que refiere al continente africano. Uno de aquellos casos fue frustrar la expansión francesa en el norte de África intentando establecer un protectorado alemán en Marruecos, zona que los franceses anhelaban. Inglaterra desde ya apoyaba en todas sus decisiones a su socio francés. El imperio Austro-húngaro soportaba la presión de los Balcanes. Firmó con su socio Alemania para un tratado de apoyo mutuo, en el cual también entraría Italia, denominado la Triple Alianza, en contra de un continente donde lo rodeaban los enemigos. Italia abandonaría, por conveniencia, dicho tratado, al poco tiempo sería reemplazado por el Imperio Otomano. Austria-Hungría deseaba la zona de los Balcanes para imponer su influencia y tener una salida hacia el Mediterráneo y poder estar más cerca de la apetecible África y el medio oriente, además no estaba para nada de acuerdo en la creación de un único estado eslavo.

Rusia tenía intenciones similares. Su humillante derrota en 1905 frente a los japoneses había enterrado sus sueños de expandirse por oriente, o siquiera imaginar grandes zonas de influencia, por lo cual el Zar posó sus ojos sobre el área occidental. Obviamente también deseaba su influencia en los Balcanes para una salida al Mediterráneo. Sin embargo, de modo más discreto, y por esa razón, Rusia colocó sus intereses en contra de Austria-Hungría, alegando que defendía la iniciativa de crear una Liga Balcánica. Y los hechos hablaron por sí solos. Para cuando Austria-Hungría anexó Bosnia en 1908, desatando la ira de Rusia y algunos otros más, el país de los zares empezó a idear la Liga Balcánica, que los países de dicha región habían soñado tanto. Así pues esos pequeños estados causaban dolores de cabeza a medio mundo. La situación de los Balcanes, no obstante, no podría ser entendida perfectamente sin la situación del imperio que durante siglos domino dicha zona: el Imperio Otomano. Aprovechando su debilidad muchos estados se habían considerado libres y buscaban la unificación, además con las guerras balcánicas de 1912-13 perdieron sus posiciones europeas para siempre.

El Imperio Otomano retrocedió sus fronteras, sobreviviendo sólo una pequeña porción de Europa y Estambul, la antigua Constantinopla, sus fronteras se conservan hasta el día de hoy. Además los árabes por el sur querían librarse de la influencia de dicho país. De más esta decir que para que Rusia llevara a cabo sus mencionados planes tampoco deseaba que los turcos entrometiesen sus narices. Los turcos querían recuperar sus territorios y su influencia como en antaño, por esa razón además de las mencionadas, se unieron a las potencias de la Triple Alianza. Así estaban las cosas en Europa desde iniciado el siglo XX, y en especial los años previos a la guerra.

Sobre el archiduque

Francisco Fernando era el heredero al trono de Austria-Hungría. Había nacido el 18 de diciembre de 1863 en Graz Austria y era hijo de Carlos Luis de Austria, hermano menor del emperador Francisco José. Desde joven había mostrado talento para la caza y el viaje. Demostró de joven ser buen alumno, obediente y siempre dueño de una actitud digna y honesta. Ingresó al ejército y parecía que iba a pasar a la historia como un noble más. Sin embargo, el destino tenía otros planes, y tras el suicidio de su primo heredero al trono, Rodolfo, se convirtió en el sucesor. Como cualquier joven, se enamoró. Su particular enamoramiento merece un párrafo aparte pues la susodicha, llamada condesa Sofía Chotek, quien era Dama de compañía de la Archiduquesa Isabel, esposa del Archiduque de Teschen, no tenía un rango tan alto entre los nobles.

Para ser una pareja de un miembro de la dinastía Habsburgo debía tener ascendencia de algún linaje que gobierne o haya gobernado Europa. Sofía no lo tenía y se mantuvo la relación en secreto, hasta que un día la Archiduquesa Isabel, husmeando entre las cosas de Francisco y creyendo que el archiduque estaba enamorado de una de sus hijas, encontró la foto de Sofía. Fue despedida inmediatamente. Francisco Fernando estaba muy enamorado de Sofía y se rehusó a no continuar la relación. Buscó apoyo y lo encontró en el Zar Nicolás II, en Guillermo II y en el Papa León XIII quienes intercedieron ante Francisco José para que apruebe el matrimonio entre ambos. Finalmente accedería pero a costa de que los hijos de ambos no tuvieran derechos sucesorios, Sofía, además, no compartiría ningún tipo de rango y siempre tuvo que padecer el desdén de la nobleza. La boda finalmente se celebraría el 1 de julio de 1900 y a pesar de que no asistió gran cantidad de nobles, por el natural desacuerdo que la mayoría tenía con dicho matrimonio, resultó ser una bonita ceremonia.

La historia registra que el 28 de junio de 1914, en Sarajevo capital de Bosnia, provincia de Austria-Hungría, a las once de la mañana, un nacionalista serbio perteneciente a la sociedad secreta “La mano negra” pusiese fin a la vida del beato archiduque, pues él, heredero al trono, poco o nada tenía que ver con la coyuntura en general. Los ministros, desde Viena, le habían advertido acerca de un posible atentado, el archiduque, humilde y bastante relajado, no hizo caso a las advertencias, y puso marcha junto con su esposa a visitar algunas tropas. En el trayecto se arrojó una bomba contra el auto, que hirió a un oficial, pese a eso no pareció hacer efecto en él, pues siguió su camino hacia la alcaldía. Allí se le recomendó otro camino para el regreso pero él decidió ir a visitar al oficial herido al hospital militar, fiel a su costumbre noble y refinada. Fue entonces cuando un joven interceptó el auto y disparó contra el archiduque y su esposa, muriendo ambos en el acto, mostrando acaso una tierna escena de dos esposos que lucharon por un amor lleno de obstáculos, ahora encontraban paz y cercanía en la eternidad. La prensa Serbia no disimuló su alegría por las muertes.

Allí acabaron los millones de sueños de personas de todo el mundo, de aquellas personas que creyeron que la paz podría seguir prolongándose, de que el progreso podría seguir palpándose como venía haciéndolo desde hacía décadas. Se creyó que el siglo XX sería símbolo de progreso absoluto donde el salvajismo de otros siglos había quedado definitivamente atrás; lamentable pero cierto, el siglo anterior es considerado como el más sanguinario de todos; cuando la humanidad creía haber alcanzado el pináculo de la civilización se lanza a una carrera que la hace retroceder hasta los más oscuros senderos de la barbarie.