El Asombro del Siglo

Publicado el 22 junio 2014 por Diezmartinez

El Asombro del Siglo (The Miracle of Morgan's Creek, EU, 1944), sexto largometraje de Preston Sturges, fue filmado a fines de 1942 pero estrenado hasta enero de 1944. La considerable tardanza en la exhibición se debió a que la Oficina Hays, encargada de salvaguardar la moralidad y las buenas costumbres americanas -¡y más aun en tiempos de guerra!- objetaba a los realizadores un diálogo, un personaje, una escena, una vuelta de turca. La casa productora Paramount y el propio Sturges defendieron durante 12 largos meses que la cinta no era más que una alocada comedia ridícula y que no pretendía burlarse de ninguna de los sacrosantos valores americanos. Finalmente, la Oficina Hays dobló las manitas, aceptó la argumentación de Sturges y dio el permiso para el estreno de "El Milagro de Morgan's Creek". Como ya lo han dicho todos los críticos de cine desde mediados de los años 40, el verdadero milagro fue que los censores de Hays no se hayan percatado del tipo de filme que habían admitido para su exhibición, una demencial comedia que se burla de todo lo sagrado: la familia, el matrimonio, la inmaculada concepción, el ejército americano, el patriotismo en tiempos de guerra, el imperio de la ley, más lo que se acumule en la semana. Como lo dijo el gran James Agee en su momento: "a los chicos de la Oficina Hays los violaron en la noche y ni siquiera se dieron cuenta".Un perfecto Eddie Bracken encarna a Norval Jones, un amable muchacho que trabaja de cajero en el banco de un pueblito llamado Morgan's Creek. Norval esta enamorado de la vivaz y coqueta Trudy (Betty Hutton), pero ella utiliza al muchacho sólo como pantalla para escapar por la noche e irse a despedir de unos soldados que irán a combatir en la Segunda Guerra Mundial. Trudy se emborracha, baila con todo mundo, abraza a todos los soldados que puede y luego como Cuco... en la bola no se supo. En el transcurso de la noche, la inconciente muchacha se compromete, se casa, tiene la luna de miel y hasta queda embarazada; el único problema es que no se acuerda quién fue su flamante esposo ("Algo con Z en el apellido... Ratzkiwatzki, creo"). Por supuesto, cuando el siempre bienintencionado Norval trata de ayudar a Trudy, complica más las cosas: termina en la cárcel y con tantos cargos en su haber que "tendría suerte si logra que le den cadena perpetua". La vuelta de tuerca del final es típica de Sturges: tan arbitraria como cínica, con todo y sendos cameos de Il Duce y Hitler, fúricos por lo que ha sucedido en aquel pueblito macuarro de Morgan's Creek.El Asombro del Siglo es, sin duda, la más dura bofetada a los rancios valores de las comedias sentimentales o los filmes bélicos del Hollywood de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Sturges -cuyo guión fue nominado al Oscar 1945, aunque no ganó: la Academia premió la patriótica biopic Wilson (King, 1944)- nos presenta una heroína que las da (sus esperanzas, digo) sin saber a quién y un héroe buenazo pero medio tonto que no fue aceptado por el ejército, pero que será elevado a gloria nacional por algo que no hizo, ayudado por la corrupta, manipuladora y demagógica clase política de su estado, personificada por el gobernador McGinty (Brian Donlevy) y el Jefe Político (Akim Tamiroff) de Así Paga el Diablo (1941).Como de costumbre tratándose de Sturges, la cinta tiene un reparto extendido notable -William Demarest como el gruñón papá de Trudy, Porter Hall como el Juez de Paz, Al Bridge como el abogado del pueblo, cameo de Chester Conklin-, unos diálogos repletos de agudas one-liners, varios hilarantes gags slapstick -las caídas de Demarest, en especial- y, curiosamente, contrastando el ritmo frenético de todo el asunto, varias escenas en la que Sturges y su cinefotógrafo John F. Seitz dejan la escena correr sin corte alguno durante uno, dos, tres, cuatro minutos, mientras sus personajes caminan, platicando, por las calles de Morgan's Creek, seguidos por una cámara montada en un dolly. Se trata de unos cuantos minutos de tranquilidad -antes de que la locura cómica estalle de nuevo- ejecutados con una elegancia y una precisión inapelables. Sturges sabía, pues, dónde colocar la cámara y de qué forma moverla. Aunque nunca lo aceptó, el cineasta era un verdadero artista, tan completo y sofisticado que podía terminar un filme citando a William Shakespeare como última burla cruel al deseo tan humano de llegar a ser alguien grande, importante y famoso. Como lo es, al final, ¡y sin desearlo!, Norval Jones.