El áspid mordió a cleopatra porque se movió

Publicado el 03 septiembre 2014 por Wig
Aunque claro, que fue intencionadamente. El pánico se huele, y alerta al enemigo, que termina atacando, como la avispa que pasa a tu lado y te pone de los nervios. Va y te pica. O la abeja. A Marco Antonio le dijeron que Cleopatra, el amor que siempre buscó, se había suicidado, y después de haber huido y dejado a sus hombres morir  en la batalla de Accio ante Agripa, se dio cuenta de que lo mejor era hacerse el harakiri con su afamada espada romana. A Cleopatra le dijeron que Marco Antonio se había suicidado, y comprendiendo que las intenciones de Octavio era la exposición de su violado cuerpo por todo los legionarios que se prestasen a ello ante el Pueblo de Roma, se dejó llevar por una muerte más digna para una faraona del Gran Egipto; abrió la cesta con el áspid, y sin apenas esperar, se movió para llamar su atención. Pues, le mordió. Pero empecemos desde el principio. Ya no era tan joven, y sabía que ni los baños de leche de burra y ni la sangre de las doncellas vírgenes de Etiopía le devolverían esa dulzura inocente que atrajo a Julio César y a Marco Antonio. Eran otros tiempos, vacíos de testosterona y del temperamento fiero que construyeron los pilares del Imperio Romano. Octavio era de otra casta, estaba forjado por el frío pensamiento y dotado  de la insensibilidad del más cruel de los psicópata. Su inteligencia estaba por encima de sus sentimientos y deseos, y Cleopatra jamás hubiera podido seducirlo. Y aunque su talento para con la seducción son tan famosos como su inteligencia, sabía que había llegado el momento, que no estaba mal haber amado impetuosamente y haber tenido hijos con dos de los grandes de la Historia de la Civilización Humana. Su historia sería lengendaria, sin duda. Podía haber dejado que el áspid la mordiera sin más, pero ella se movió intencionadamente, porque tenía que dejar patente para la posteridad su fuerte y romántica personalidad, por encima de todo. A Octavio,  muy dado a comprender las sutilezas y sus peligros, no le hizo gracia, así que intentó, en vano, ocultar el sutil hecho a la Historia. Pero, como dicen, el tiempo pone todo en su sitio, tarde o temprano.