10 octubre 2013 por cuinpar
Hace unos días mi compañera de blog Naima Tavarishka publicaba una amable y tierna semblanza de Canelo, el perro de Bajamar, en esta casa que las dos compartimos con otros juntaletras. A muchos nos gustó y no fuimos pocos los que compartimos el enlace en las redes, así que tropezarse con el artículo no era difícil, visto el efecto multiplicador de la cosa social esta.
Días más tarde, casualmente, un periódico de la isla (de la isla de Tenerife, se entiende), publicaba un reportaje con el mismo protagonista, Canelo, y con su mismo fondo: la historia, sin más, de un perro que es querido por todo un pueblo y al que todos cuidan en una suerte de cooperativa animal. No me malinterpreten, no estoy afirmando que un periódico serio, de los de verdad, de los que también están en papel, copie ideas de una web en la que los que escriben no cobran, sino que lo hacen por puro entretenimiento o como ejercicio. No lo afirmo pero, sinceramente, lo sospecho, porque no me digan que no es casualidad que el perrillo lleve dando vueltas por Bajamar desde el año de la polka y justo en una semana se convierta por arte del birlibirloque en el protagonista de dos reportajes escritos y de un corte en las noticias de la tele de todos (porque también estos se subieron al carro, encima más tarde). Y ojo, no digo que esté mal, pero reconozcan que está un poco feo no decir al menos quién los puso sobre la pista de la “noticia”, porque aquí no cobraremos, (algunos, como esta que les escribe, ni siquiera somos periodistas) pero también nos cuesta trabajo armar estas notas cada quince días.
Pues bien. Igual que lo sospecho yo, lo sospechó más gente, entre otros la propia autora del post, quien lo hizo público en su perfil de Facebook. Ahí muchos aprovechamos para recordar otros “homenajes” parecidos realizados por el mismo periódico, y ya entre risas, a alguien se le ocurrió hacérselo saber a un muchacho periodista que parece que manda un poco en el diario mediante un comentario en el link al reportaje que el muchacho había colgado en su perfil, en plan “colega, que ya no nos la cuelan”. Yo no sé ustedes, pero a mí me habría explotado la cara de vergüenza y lo mínimo que habría hecho sería haber pedido disculpas a la autora, haber pedido explicaciones a la redactora del reportaje y haber añadido una aclaración en la versión online del texto, porque en la otra ya no se podía. Pero no. El periodista de oficio se limitó a bloquearnos a unos pocos, supongo que a los más molestos, de manera que no pudiéramos tener acceso a su perfil (perfil en el que comparte las noticias de su periódico, así que poco nos perdemos, porque la mayoría ya las hemos leído hace días por ahí), demostrando así, entre otras cosas, su poco conocimiento del medio. (Podemos seguir leyéndote desde cualquier lado, querido, deberías configurar un poco mejor la privacidad de tu perfil)
No se crean que esto es una rabieta, no, ni es un rollo de rascada. Pretende ser una reflexión más profunda, pero a mí esas cosas no me salen mucho. Lo que quiero decir en el fondo es que periódicos así no hacen falta. Y periodistas así no sólo es que no sean necesarios, es que hasta estorban.