Por José Melero
Que Sevilla es una de las ciudades más futboleras de España es algo que no se le escapa a casi nadie. Sus dos principales clubs, Sevilla Fútbol Club y Real Betis Balompié, cuentan con una masa social que supera los ochenta mil abonados y cada fin de semana cerca de cuarenta mil acuden de media al Ramón Sánchez-Pizjuán o al Benito Villamarín para presenciar las evoluciones de sus respectivos equipos.
Haciendo un análisis histórico de este hecho, cabe preguntarse: ¿Cuando y por qué se produce la popularización del fútbol en Sevilla?¿Qué factores impulsaron a convertir un nuevo “sport” claramente elitista en un deporte de masas?¿Cómo consiguió el fútbol integrarse en el tejido social de la ciudad?¿Cuál fue el papel de la prensa en todo este proceso?
En las primeras décadas del siglo XX Sevilla fue una ciudad que se divertía respetando sus tradiciones más ancestrales: veladas de barrio, cruces de mayo, romerías, Semana Santa, Feria de Abril... Una Sevilla que dejaba atrás los cafés cantantes para poblar la ciudad de teatros, cafés, cervecerías y restaurantes.
Muchos de estos divertimientos que distraían a los sevillanos eran heredados de la anterior centuria, como el cine mudo y los toros, un espectáculo éste ultimo que vivió su “edad de oro” en la segunda década del siglo pasado, con la aparición de Joselito y Belmonte, y el nacimiento de una rivalidad que tenia dividida a Sevilla.
Al margen de estas actividades normales para la época, germinaba otra de carácter exótico, minoritaria,y que se abría paso duramente entre las opciones de ocio de los sevillanos: el fútbol.
El fútbol, que tuvo su germen en la ciudad con la fundación del Sevilla FC en 1890, se codeaba con otros “sports” que se practicaban de una manera elitista en la Sevilla de finales del siglo XIX y principios del XX.
Pero curiosamente fue el fútbol, y no otro deporte, el que supo, como veremos más adelante, dejar a un lado las limitaciones de clase y romper con los prejuicios aristocráticos que impedían la popularización de este deporte.
La llegada de los terrenos de juego a lugares más céntricos de la ciudad, alejándolos de la periferia, acercó el fútbol a los aficionados. Atrás quedaban los campos donde casi de forma clandestina jugaban estos primeros impulsores, convirtiéndose el Prado de San Sebastián en centro neurálgico y lugar de entretenimiento de los amantes del balompié.
En esa zona de la ciudad fue donde se asentaron los principales clubs de la época, inaugurando el 1 de Enero de 1913 el Sevilla FC su campo del Mercantil, el único campo con vestuarios, con las medidas reglamentarias y que además fue vallado, provocando que los mirones tuvieran que pagar por primera vez para ver un espectáculo que estaban acostumbrados, a ver de forma gratuita, y que era parte del paisaje de la ciudad desde hacia años.
Gracias a la creación en 1915 de una estructura federativa como la Federación Regional Sur,el aumento del número de clubs en la ciudad y sobre todo del desarrollo de una competición de ámbito regional como el Campeonato de Andalucía, se pudo lograr entrar en una dinámica de expansión, que hizo que el fútbol tomara definitivamente carta de naturaleza en Sevilla.
Una muestra clara de que el fútbol iba arraigando en las costumbres de la ciudad y que en los cafés y casinos se hablaba ya con verdadero entusiasmo del “nuevo” deporte, fue la creación un año después de la primera peña de un club de fútbol en España, como fue la llamada “Circulo Deportista”, una peña sevillista que tuvo su sede en los altos del Café Madrid, en plena calle Sierpes.
A finales de 1918 tanto el Sevilla FC como el Real Betis tienen que hacer las maletas, y abandonar el Prado de San Sebastián por necesidades urbanísticas. El Sevilla construye el que sería el estadio Reina Victoria, que se inauguró el 21 de Octubre de 1918. Este estadio se construye gracias a la petición del presidente Paco Alba a la Marquesa de Esquivel, para arrendar parte de unos terrenos que tenía la marquesa en la finca “Casablanca”, situada al pie del paseo de la Palmera, y gracias a la colaboración de Manuel de Medina y Carvajal, hijo de la marquesa, el cual terminó siendo directivo del Club.
El Real Betis Balompié por su parte se trasladó a unos terrenos anexos al Real Patronato de Casas Baratas, en el Porvenir, cerca de la Fábrica de Gas, cedidos por el Ayuntamiento de Sevilla, con la valiosa ayuda del que posteriormente seria presidente, Carlos Alarcón de la Lastra, el cual trabajaba en el Ayuntamiento, y del concejal Santiago Montoto, los cuales lograron un precio de alquiler muy barato. La inauguración del nuevo campo, llamado popularmente de “El Patronato”, tuvo lugar el 1 de Noviembre de 1918, en un partido que enfrentó al equipo verdiblanco con el Sevilla FC y que venció éste por 1-5.
La realidad era que de nuevo los dos primeros equipos sevillanos volvían a estar instalados a las afueras de la ciudad, con lo que se ocasionaba bastantes molestias a los aficionados para los que en un principio eran insuficiente los escasos tranvías que arribaban a aquellos lugares, y tenían que hacer el trayecto hasta el campo a pie.
Junto a esto había que añadir que las jornadas laborales, que en el medio rural estaba entre las doce y dieciséis horas, mientras que en los núcleos urbanos superaban casi siempre las diez. Hubo que esperar hasta el real decreto de Abril de 1919 para que se regulase la jornada de ocho horas. Por lo que con estas condiciones, como es imaginable, era muy difícil pensar en la incorporación de forma masiva de las clases más populares a los espectáculos deportivos.
Aún así, al campo sevillista acudían en un principio, y según siempre las crónicas periodísticas,unos seis o siete mil espectadores,siendo la asistencia al campo del Patronato de alrededor de la mitad.
Seria a principios de los años veinte cuando el Sevilla FC comienza a dar forma a sus propias señas de identidad, incorporándose al tejido urbano, y llegando a convertirse en una representación de la ciudad. La denominación del equipo con el nombre de Sevilla, unido a los primeros triunfos en el Campeonato de Andalucía, y la consiguiente participación de forma continuada en el Campeonato de España, le favorecería de forma determinante para llegar a una identificación entre club, aficionados y ciudad.
Por otro lado, el apoyo de cierta parte de la prensa al Real Betis hace que el club bético no decaiga del todo en popularidad, pese a las continuas crisis que sufre el club verdiblanco, que estuvo a punto de llevarlo a su disolución en 1920, y pese a la poca actividad que sufrió en este primer cuarto de siglo, que le llevó incluso a no participar en el Campeonato de Andalucía en la temporada 1916/1917.
Los años diez y veinte iban a dejar también dos estilos futbolísticos muy diferenciados entre los principales clubs de la ciudad, y todo pese a que tanto sevillistas como béticos jugaban en campos duros o campos de tierra, frente a los campos de hierba en los que se jugaba en el norte de España,lo que influía en la manera de jugar. Por un lado el Real Betis derivó a un estilo de juego aguerrido y con mucho amor propio, debido a las carencias técnicas de la mayoría de sus jugadores, y por otro lado estaba el estilo habilidoso y combinativo que practicaba el Sevilla, con la posteriormente mal llamada “escuela sevillana”, en realidad “escuela sevillista”.
Entre 1920 y 1930 la provincia pasó de 709.707 a 803.252 personas empadronadas, lo que representó un aumento considerable en el censo. Por su parte, la capital alcanzó la suma de 228.729 habitantes, después de la gran oleada de la década anterior, atraída por el incentivo de la Exposición Iberoamericana, y las grandes obras de infraestructura, con sus necesidades de mano de obra y posibilidades económicas en los sectores de construcción y servicios.
Este aumento demográfico, unido a un mayor poder adquisitivo de los sevillanos, que reducían a su vez y de forma progresiva sus largas jornadas de trabajo, provocó llenar un nuevo tiempo de ocio que fue a desembocar a un deporte que cada vez ganaba más en popularidad.
El auge que alcanzó el fútbol en nuestra ciudad en los años veinte, le permitió competir e incluso superar a partir de la segunda mitad de la década, a su gran rival dentro del mercado del ocio: las corridas de toros.
La muerte de Joselito y la retirada momentánea de Belmonte, provocó una pequeña crisis en la llamada Fiesta Nacional, que supo aprovechar el fútbol. A ello había que unir el cerramiento al público por problemas estructurales en 1921 de la nueva Plaza de la Monumental, y su posterior derribo el 9 de Abril de 1930.
Más que elocuente era el titular con el que el cronista taurino de La Unión tituló su crónica sobre la corrida de Feria celebrada el Martes 18 de Abril de 1922: “¡Viva el fútbol!”.
En Junio de 1921 celebró su asamblea anual el Sevilla FC, en la que aprueba unas reformas en su estadio del Reina Victoria, que consistió en la construcción de unas nuevas gradas, unas duchas y un botiquín para el equipo médico. Las nuevas instalaciones se inauguraron en un partido celebrado el 16 de Octubre frente al Casa Pía portugués (3-0),estrenándose también el nuevo escudo de la entidad.
Por otro lado el Nacional FC,tercer equipo de Sevilla en estos años, anuncia a finales de Abril de 1922 la inauguración de su nuevo campo, que estuvo situado en el barrio de Nervión, cercano a la fabrica de la Cruz del Campo.
Las autoridades entendían que el fútbol rodeaba a la ciudad de un cierto halo de modernidad y que además, equipos como el Sevilla FC, eran un exponente representativo de la misma. En este ambiente, al Sevilla FC se le hizo entrega en los primeros meses de 1923 de una pequeña donación de 3.000 pesetas en forma de subvención por parte del Ayuntamiento, con el apoyo del concejal republicano y posterior presidente en el exilio de la República, Diego Martínez Barrios, el cual explicó que “entendiendo que con la celebración de la Exposición ha de celebrarse una olimpiada en Sevilla (sic), debe procurarse que los equipos locales estén en condiciones de competir con los que vengan”.
Quien posiblemente aprovechó esta corriente de simpatía de las instituciones hacia el fútbol, fue el Real Betis, un club que estaba en estado semi-ruinoso y que en 1924, ya en plena dictadura militar, elige una directiva plagada de militares de sus tiempos fundacionales, consiguiendo de la noche a la mañana reformar el campo del Patronato, construyendo unas nuevas gradas, y cercando el terreno de juego con una valla de material de ladrillo grueso, revestida de cemento.
Aunque el cronista de “El Correo de Andalucía”, sin duda de una forma exagerada,hablaba de un estadio para una capacidad de veinte mil espectadores, lo cierto es que con posteriores remodelaciones como las llevada a cabo en 1929, el aforo de este campo no sobrepasó nunca de unos ocho o diez mil espectadores aproximadamente.
Atrás quedaban los viejos terrenos de juego rodeados por vallas de madera,dándose paso a nuevos y modernos campos con gradas y tribunas,en los que los aficionados accedían cómodamente a sus localidades.
… continuará