Esta es solo una breve nota para compartir con ustedes un excelente artículo (este es el link) que encontré esta semana en America, la revista de los Jesuitas en los EEUU.
Este pequeño texto describe un fenómeno super interesante que yo vengo siguiendo hace años en este blog, a saber, el abismo que se va creando entre religiones institucionalizadas y su feligrecía. El autor del artículo, Michael Murphy refiere a un estudio reciente (2012) hecho en los EEUU que lleva el título de “None on the Rise” y que refiere al muy interesante fenómeno del auge del “no” ante la pregunta “¿tiene usted alguna afiliación religiosa?”. Se trata, como digo, de un fenómeno interesantísimo, pero más aún en el caso de los EEUU, pais que otrora fuera uno de lo más religiosos del mundo. Hoy, las personas que declaran no tener ninguna afiliación religiosa, de acuerdo al estudio, alcanzan el 20%. Esta novedad en el caso estadounidense conduce al autor a hacerse una pregunta fundamental, ¿cuál es el contexto teológico y filosófico que lleva a tomar esta decisión? En efecto, esta es una pregunta central. El autor sugiere que la respuesta tiene que ver con lo que se ha venido a llamar postmodernidad. Los “nones”, como se les conocen en inglés, serían pues, practicantes de una espiritualidad postmoderna, tema al que le he dedicado un artículo hace no mucho tiempo. ¿Qué significa esto?
Primero, que sospechan grandemente de afirmaciones absolutas de verdad. Si bien esto es cierto, esto no significa que se trate de relativistas (por más que así quieran pintarlos sus críticos). Ellos son, simplemente, mucho más abiertos a posibilidades distintas y receptivos respecto de potenciales cambios. Esto, dicho sea de paso, conecta muy bien con la tradición mística en el contexto del cristianismo y con ciertas teologías negativas: de Dios, en realidad, es más lo que ignoramos que lo que podemos afirmar. Todo esto, según el autor, alinea a esta generación con la nueva retórica del Papa Francisco. Una retórica que, en muchos sentidos, bien podríamos llamar postmoderna. Murphy cita una frase del Papa que esta generación de “nones” podría bien hacer suya: “la Iglesia es una historia de amor, no una institución”.
Ahora, un segundo punto de interés es que estos “nones” no son ingenuos entusiastas de una suerte de “neo-positivismo ilustrado”. Ellos avalan el clamor por autonomía y libertad propio de la ilustración, pero lo ponen también bajo sospecha, conscientes del fracaso del optimismo ilustrado y de su cierta tendencia al totalitarismo.
Finalmente, el autor concluye afirmando que este puede ser un contexto propicio para la recuperación de la fe, por curioso que eso suene. Su punto es que esta apertura de los “nones” puede dar lugar a la recepción de una fe que alguna vez decidieron no aceptar, pero solo si esta aprenda a presentarse de un modo nuevo y, quizá, a transformarse también en términos sustanciales. La fe de los “nones” tendría que ser una de menos razones que se pretenden portadoras de autoridad y más de testimonios que hacen que la verdad se manifieste sin necesidad de muchas palabras. Esta, sin embargo, no es una “nueva” fe en sentido estricto. En el caso cristiano, solo supone recuperar tradiciones que le son muy propias, pero que fueron sofocadas u opacadas por cierta tendencia al totalitarismo de la autoridad y la razón teórica. Esta nueva generación invita, me parece a mí, a desarrollar una estética cristiana que ya existe de modo claro en la mística y en la historia de algunos santos mártires, una estética que muestre la verdad de la fe sin ánimos proselitistas, sino con el genuino deseo de buscar, encontrar y compartir esa verdad con todas las gentes, incluidos aquellos que en principio la rechazan.