El autismo, el TDAH y la dislexia podrían estar favorecidos por la contaminación ambiental ya que se han incrementado en el último siglo. A este problema se le califica como de “pandemia global silenciosa” debida a que ciertos contaminantes químicos -unos 214- se comportan como neurotóxicos (manganeso, fluoruro, pesticidas, tetracloroetileno (disolvente) y éteres difenil polibromados).
Si no ponemos freno, la suerte está echada para muchos niños del mundo civilizado.