El Aviador de Fernando Fedriani y Manuel Vaca
El Aviador, la segunda parte que Saint-Exupéry no pudo escribir. Todos hemos fantaseado con visitar el asteroide B-612. Sabíamos que el Principito había recibido la mordedura de la Serpiente y que se marchó para siempre. Pero, ¿murió en realidad? Por desgracia no hemos conocido hasta ahora cómo pudo envejecer el Aviador conviviendo con su ausencia. ¿Qué no daría él para volver a encontrarlo? ¿Se resignó a dejarlo partir? ¿Encontró la manera de llegar hasta su Rosa? Por todo ello, confluyendo con el 75 aniversario de la obra original, El Aviador continúa el relato para mostrarnos de qué manera quedó desolado el París postbélico. Frente a los contornos de Notre Dame y con el fuego extinto de los bombarderos, regresa hasta nosotros la pregunta más difícil de responder: ¿quién soy? Y eso supone contestar de manera indirecta a otra cuestión crucial: ¿quién es para nosotros el Principito? Las preguntas que no respondemos terminan siempre por regresar hasta nosotros. Por eso El Aviador es una epopeya nostálgica que, a través de una mirada tamizada por los últimos ecos del surrealismo, reinterpreta el sonido de las estrellas. El autor asume el reto de hacerte sentir el vértigo creativo que te contagió tu primera lectura de El Principito. Esta es, por tanto y tal vez, la segunda parte que Saint-Exupéry no pudo escribir. No en vano, viene salpimentada por su vida y de su angustia.
Sobre los autores: de Fernando Fedriani y Manuel Vaca
Con los augurios de que se trata o podría tratarse de la segunda parte de la celebérrima obra El principito, El aviador (Alfar 2019) cumple de sobras con el objetivo propuesto, y eso que el reto se antojaba y se sigue antojando del más alto nivel.
Nuestro querido aviador es ya un señor de edad avanzada que, tras haber recibido los honores que comporta haberse convertido en héroe de guerra, y descubriendo que el dinero y la fama no son más que bienes efímeros, reflexiona sobre lo que ha sido su vida y, añorando a su inolvidable amigo, emprende un viaje sin retorno que le llevará a conocer distintos asteroides en los que intercambiará impresiones con personajes pintorescos que le permitirán construir moralejas que todos podemos aprovechar no solo para ser mejores personas sino para interrogarnos con mayor profundidad si cabe acerca de nosotros mismos y de aquello que esperamos de nuestras acciones, aquellas que no son más que los eslabones de la vida que nos ha tocado vivir.
El aviador preguntará, porque es imposible conocer si no se realizan las cuestiones apropiadas en cada situación. Las respuestas no siempre satisfarán los interrogantes, entre los que el más importante siempre será el sentido de las cosas.
Alcanzar el asteroide B-612 se antoja una ilusión con la que todos aquellos que leyeron El principito aún sueñan, porque la edad no tiene significado si el niño que reside en nuestro interior permanece ajeno a aquellos actos, no siempre dotados de la pureza necesaria, a los que nos obliga la vida adulta.
El aviador sueña, pues en su naturaleza está el soñar, y al despertar de su sueño surrealista, en un París devastado por la tragedia, reniega de la vida que le ha sido impuesta y emprende, ahora sin dinero y fama, a reencontrarse consigo mismo, la aventura más grande de todas cuantas emprendió, sabiendo que será la última vez que surque los cielos en busca de ese principito en el que termina reconociéndose. Será esa, pues, la clave para ser feliz permitiendo que su final sea el que siempre soñó, aquel a cuyo encuentro salió, aquel que le alcanza dando testimonio que el niño no debe nunca morir.
El desierto vuelve a cobrar sentido, como también lo harán el zorro, la rosa, el baobab, la serpiente, la avioneta y la imaginación. Se cierra un círculo incompleto, el mismo que Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) abrió al redactar e ilustrar uno de los relatos más populares de todos los tiempos, cuento o historia según se mire, con la que generaciones de niños disfrutaron a lo largo de años y años. Cumpliéndose el 75 aniversario de su redacción, y tomando como punto de partida las cuestiones planteadas en la precuela, pretende la secuela despejar aquellas y rendir homenaje al autor. Es por ello que la tarea haya sido abordada por dos autores: Fernando Fedriani, sevillano y granadino de adopción a las letras y Manuel Vaca a los pinceles, consiguiendo con el gran trabajo editorial de fondo lograr lo que se apetecía imposible, que no es más que El Principito tenga una segunda y muy digna segunda parte; ni la presentación, ni la edición, ni el contenido decepcionan. Tampoco lo hace el olor a página satinada, que ayuda, sin duda a que el mimo con el que el libro desea ser tratado se convierta en un capricho cumplido.
No dejen escapar la oportunidad de hacerse con un ejemplar. Les aseguro que no se arrepentirán, ya seas un niño o un adulto.
Reseñado por Francisco Javier Torres Gómez
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