A algunos les gusta autodenominase socialistas porque, supongo, experimentan la necesidad o la vaga ilusión de sentirse algo que en realidad no son. Es a esos a lo que mejor se les puede aplicar el viejo dicho de que por sus actos los conoceréis, porque sus actuaciones políticas van dejando tras de sí un tufo insoportable y sus incoherencias y contradicciones ponen a las claras que la única creencia que han abrazado alguna vez ha sido el pancismo, de una utilidad exacerbada en los tiempos que corren.
Este Ayuntamiento que aún padecemos quienes vivimos en Sevilla se ha significado precisamente por ello, por repartir abundante cera entre los trabadores y una exuberante cantidad de refinada seda entre los empresarios y el caudal inagotable de directivos de sus empresas públicas. Algo que debe estar bastante escondido en el manual básico del socialismo en esta nueva era.
El último ejemplo demostrativo de esta actitud que se ha convertido ya en seña de identidad en el Ayuntamiento de Sevilla es el hecho de que la Delegación de Movilidad haya decidido que no habrá sanciones por el retraso de las obras del paso soterrado en Bueno Monreal hasta que hayan concluido las mismas. Algo que también prometieron con los eternos retrasos en la ejecución del Metropol Parasol, más conocido como “las setas”, sanciones de las que hasta ahora si te he visto no me acuerdo. Mucho me temo que en este caso sucederá tres cuartos de lo mismo.
Esa misma delegación, encabezada por el ínclito Fran Fernández, fue la que decidió unilateralmente mantener abiertos los expedientes disciplinarios contra ocho trabajadores de Tussam a cuenta de los incidentes acaecidos durante la huelga de 2007. A pesar de varias instancias judiciales habían recomendado el sobreseimiento del caso, e incluso la existencia de varias sentencias en ese mismo sentido, mantuvieron la presión mediante una serie innumerable de recursos, todos ellos sufragados mediante dinero público, al mismo tiempo que se dedicaban día sí y el otro también a dinamitar la moral de los trabajadores de los medios mediante declaraciones altisonantes en los medios. Exactamente el mismo trato que Fran Fernández hubiera deseado para sí mismo cada una de las veces que ha sido imputado.
Al final la Justicia sobreseyó el caso de manera definitiva sin ningún tipo de imputación para los empleados ni posibilidad de recurso alguno más. Pero ya era demasiado tarde. Uno de aquellos empleados, incapaz de soportar la presión de verse cada día reflejado y acusado desde los titulares de los medios, decidió quitarse al fin la vida. Era José Luis Alonso, padre de dos hijas que ya no lo han vuelto a ver más desde entonces, y que jamás había incumplido el contrato de trabajo que tenía suscrito con la empresa.
Con estos socialistas de poca monta, si eres empresario las leyes y las obligaciones se relajan hasta la laxitud para acabar finalmente desapareciendo. Algo que con toda seguridad estaría en la primera página del credo que Pablo Iglesias tenía en su mesita de noche como libro de cabecera. Entonces sí que caben todas las presunciones y todos y cada uno de los mareos que soporte la legalidad con tal de que quienes no cumplen se salgan con la suya, porque hay amistades que siempre conviene conservar y proteger, aunque ello signifique ir en contra de los mismos principios que dices defender.
Y cuando un comportamiento de este tipo de generaliza hasta que pasa a formar parte del ADN de la institución, surgen las protestas e incluso se ponen de acuerdo quienes poco antes era impensable, sin que nadie se pare a pensar que tantos no pueden estar equivocados. Se ve que la autocrítica debió de quedarse en los manuales de iniciación a la doctrina izquierdista y allí sigue gozando del sueño de los justos.
Ya le hubiera gustado a José Luis disponer de ese tiempo calmo hasta que se hubiese demostrado su inocencia, como después así sucedió. Pero claro, no tenía el carné de la confederación empresarial de turno. Y por ello hasta su presunción de inocencia fue vilmente pisoteada. Porque puestos a soñar utopías, los hay a quienes incluso se les convierten en terribles pesadillas.