El baile

Publicado el 16 octubre 2014 por Rubencastillo

Su nombre (Irène Némirovsky) se me había aparecido en algunas librerías y en un par de bibliotecas, pero nunca me animaba a coger una de sus obras y leerla con detenimiento. Mas he aquí que de pronto me topo con El baile, observo que tiene pocas páginas (menos de cien) y pienso que quizá merezca la pena conocer a esta escritora rusa. No creo que hubiese hecho la prueba si el volumen hubiera tenido las dimensiones de Los hermanos Karamazov, pero animarse con algo liviano es menos inquietante; y puede deparar más de una sorpresa.La conclusión del experimento ha sido satisfactoria: el modo sencillo que tiene Némirovsky de contar su historia se combina con la aproximación psicológica a sus personajes, conformando un relato de gran poder seductor y lleno de magia. La protagonista absoluta es Antoinette, una adolescente de 14 años que vive en el seno de una familia de nuevos ricos, empeñados más en aparentar que en ser felices. Gracias a una hábil operación de Bolsa se han convertido en millonarios, y la madre no tiene más obsesión que ser admitida y reconocida en los círculos selectos de la ciudad. Para lograrlo, deciden celebrar una fiesta megalómana a la que invitan a dos centenares de personas (la confección de la lista nos permite descubrir que la inmensa mayoría son detritus humanos, aupados a lo alto de la “consideración social” en virtud de su dinero o de las circunstancias). Allí habrá de todo: una orquesta de finos intérpretes, caviar servido con derroche, jarrones orientales distribuidos por la estancia, criados impolutos, centenares de flores... Pero la decepción destrozará el alma de Antoinette cuando descubra que sus padres no van a permitirle asistir a ese evento, ni siquiera “un cuarto de hora” (es la moderada petición de la chica). Irritada, inconsolable y vengativa, la joven llevará a cabo una venganza inaudita, que teñirá de patetismo el final de la obra y la conducirá por un sendero inesperado.
Muy bien Irène Némirovsky, sin duda. Esta novela, editada por Salamandra y traducida por Gema Moral, me ha convencido. Alguien que escribe como esta malograda autora rusa (la gasearon los nazis en Auschwitz en 1942, cuando tenía tan sólo 39 años) no puede ser ignorada tan fácilmente. No se consigue un estilo así por casualidad. Tendré que acudir a otro libro suyo más pronto que tarde, lo tengo claro.