El baile es corto como un relato; intenso como una novela; y sin embargo es ligero y ágil, casi como si fuese una obra de teatro. Me ha gustado muchísimo la forma en que está escrito, y queda construido. A modo personal, diré que me ha recordado mucho a Ibsen, con un final muy a su estilo.
Se desarrolla en París, en 1928. Una familia que podría ser calificada de nuevos ricos, se instala en una casa acorde a su nuevo estatus. Llega el momento de introducirse en la anhelada nueva clase social, y ¡qué mejor que preparar un baile: el primer baile!
El baile resulta como la ilusión para empezar una nueva vida. Para la madre ver cumplido su objetivo de alcanzar una reputación social y aceptación en esta nueva clase, con romances y todo, ya incluso imaginados. Para la hija adolescente, la puerta a esa otra vida que cree que disfrutan los demás, y que le permita separarse de una infancia de educación rígida, estricta, de constante crítica y falta de afecto que la está amargando, "¿se puede ser una joven solterona con 14 años?" Se dice la protagonista.
Y a pesar de existir en esta novela, deseos egoístas, sentimientos de rechazo, insignificancia, rabia, competición, nostalgia, rencor y alguna que otra trastada, no se trata de un libro amargo, ya que se aligera muy bien el drama de los personajes con una graciosa forma de describir los acontecimientos, que hace que el lector vaya viendo también lo ridículo de ciertas situaciones. Y es que, como dice la niña, parece ser que “las personas mayores también sufren por cosas fútiles y pasajeras”
Un consejo, cuando en una fiesta una no sabe qué decir, y si te encuentras en los años 20, se puede muy bien recurrir, a la frase comodín que de forma burlona nos cuenta el libro. Se puede repetir todo lo que queramos, y siempre se queda tan bien: “Me alegro tanto ...”