Hoy dibujo con palabras ventanas con vistas a mundos donde la rutina no aprese almas que un día fueron libres, trazo con mis párrafos el mapa que esconde el tesoro en el que guardé a mi niño interior para que ningún adulto pudiera contagiarlo de prejuicios, odio y madurez.
Han pasado horas delante de una pantalla escribiendo textos que a nadie le importan. Líneas tasadas, sin historias que contar, más allá que excusas para mantenerme a mí y al resto ocupados mientras se consume más tiempo de nuestra existencia, al ritmo que tratan de domesticarnos para ser uno más, uno igual, la última pieza de un puzzle reversible en el que jamás identificarás la magia por muchas vueltas que le des.
Son ladrones de destinos, secuestradores de ilusión, pero una cosa os digo, conmigo han fallado, pues cada noche, al sonar la duodécima campanada, me vuelvo cuento y vivo miles de aventuras que escribo en papeles con tinta invisible y que sólo entrego a aquellas almas cándidas que quiero que sean salvadas.
Una sonrisa es una vida y un susurro un sueño. Cada baile sin motivo salva al destino de convertirse en amargura y le cuenta al viento secretos que éste difundirá dando forma al algodón que compone las nubes.
Hoy me han tenido durante siete horas seguidas encadenado a un sillón, pero han fracasado. Cada vez que tecleaba una cifra, cantaba una canción a pleno pulmón. He soñado historias con cada frase vacía de sentido que he plasmado en ese documento y me he guardado en un rincón minúsculo todos estos versos para luego gravarlos a fuego y mandárselos a alguien que necesite ser rescatado.
Puede que la primavera haya llegado y que la Luna cada día esté menos con nosotros, pero a partir de ahora, cada estrella compone una melodía, cada planeta baila entorno al Sol, y sólo nos queda a nosotros decidir si reír o morir con su música.
Carmelo Beltrán@CarBel1994