El Ballet Nacional de Cuba vuelve a Madrid

Por Helena Núñez Guasch @HelenaNG19

El pasado domingo 29 de Septiembre tuve el honor de poder ir a Los Teatros del Canal de Madrid a disfrutar del Ballet Nacional de Cuba. He de decir que no era la primera vez que disfrutaba de esta compañía, ya que en su última visita a Madrid (hace dos años) pude ir a ver La Cenicienta. En aquella ocasión vestuario y escenografía me decepcionaron un poco, ya que uno se imagina que una compañía tan importante va a traer un montaje grandilocuente y no fue el así.

Esta vez fui a ver la adaptación de Alicia Alonso del mítico Lago de los Cisnes, me imagino que por ser una producción tan importante para esta compañía, la inversión en vestuario y escenografía fue mayor y eso se demostró en el vestuario, diseñado por Francis Montesinos. Ya en los primeros minutos de ballet, se puede ver a una compañía sólida y con muchísima técnica. Tal es así, que el primer acto que suele parecer más insulso y aburrido, fue un derroche de calidad de la mano del cuerpo de baile y los solistas de la compañía.

La tónica general era de bailarines con una técnica muy brillante y un porte muy elegante. Aunque siempre hay alguna excepción como Arian Molina, que no acabó de brillar en el Pas de Trois del primer acto, debido a falta de limpieza en tanto saltos como piruetas. Además el cuerpo de baile femenino estuvo realmente sobresaliente en los actos blancos(segundo y cuarto). Con un pas de quatre realmente excepcional y con una velocidad vertiginosa, que arrancó más de un bravo en la sala.

Cuerpo de Baile en el segundo acto

Ya centrándonos más en los papeles principales, Víctor Estévez nos mostró un elegantísimo Sigfried a la vez que enérgico. Esto se agradece, ya que muchas veces cuando se ejecutan un papeles de ”príncipe azul” como Sigfried o el príncipe Desiré de la Bella Durmiente, se tiende a la languidez, lo cual en muchos casos les convierte en papeles insulsos.

Lo de Viengsay Valdés es pura MAGIA y así de claro lo escribo. Siempre se ha caracterizado por un gran dominio en papeles enérgicos como Kitri y Odile (el cisne negro), donde nos deslumbró con su asombrosa técnica con equilibrios interminables y una asimilación del papel asombrosa, destilaba maldad y soberbia, todo lo contrario que Odette (cisne blanco). Lo que no me esperaba era un Cisne Blanco tan vulnerable y frágil como el que nos presentó.Además sus brazos fueron pura armonía y expresividad. Me conmovió el final del segundo acto cuando forzada por Rothbart ha de irse, sus brazos demostraron el temor y sufrimiento y podías ver en ella con claridad un cisne indefenso que ha de huir.

Para concluir, se tiene que decir también que en esa función nos deleitó con su presencia Alicia Alonso. Tal y como entró en la sala, pocos minutos antes de empezar la función, el público entero se puso en pie y la ovacionaron. Se dio la misma situación al acabar la función y ella subir a saludar al escenario, con sus pies en tercera y haciendo más de una révérence, el público se levantó y le proporcionó uno de los mayores respetos que se le puede dar a un artista: un teatro completo en pie.

Viengsay Valdés y Carlos Acosta en el paso a dos del segundo acto