El Ballet Nacional de España

Por Juliobravo
Quienes me conocen saben de mi especial cariño por el Ballet Nacional de España. Con él hice mi primer viaje profesional al extranjero, un viaje para mí inolvidable que, como conté hace un tiempo en este mismo blog, resultó muy entretenido. He tenido la suerte de poder acompañar después a la compañía por muchos lugares (he sido testigo de las tres ocasiones en que ha actuado en Nueva York) y mantengo una relación muy cordial y cariñosa con varios de los artistas y técnicos que han pasado por allí en los últimos veinticinco años. Por eso acudo a sus estrenos con un ánimo singular. Estos son, además, el lugar de encuentro para varias generaciones de artistas de esa entrañable familia que es la danza española.
El Ballet Nacional, lo he dicho en muchas ocasiones, es un tesoro nacional, una compañía única en el mundo que posee un repertorio incomparable, con una riqueza expresiva extraordinaria, con muchos lenguajes convergentes y que, manteniendo cada uno su personalidad (hablo de la escuela bolera, del flamenco, de la danza estilizada) pueden amalgamarse dentro de los mismos bailes. Es necesario que el clásico español, sobre todo, se renueve; no todo pueden ser albénices, granados o fallas, es fundamental que los creadores de hoy, desde pintores a diseñadores de moda, desde compositores a directores de escena, se incorporen a esta renovación. Y, de hecho, son muchos los que han aportado su grano de arena en las últimas décadas. Pero no siempre se acierta en esta renovación. Hace aproximadamente quince años, el Ballet Nacional estrenó La Celestina, un ballet construido desde el libreto de Adolfo Marsillach y la partitura de Carmelo Bernaola, y donde la coreografía fue en lo último en que se pensó; un error. Como lo fue encargársela a Ramón Oller, un creador absolutamente fabuloso, que conoce y quiere la danza española y que realizó un trabajo excelente... pero no para el Ballet Nacional. Algo así puede decirse de Ángeles caídos, el trabajo que ahora se presenta en la Zarzuela, y que no ha gustado a casi nadie. De él he hablado ya en ABC, pero quiero en este blog, mucho más personal, apuntar algunas cuestiones. Creo que Antonio Najarro, un bailarín extraordinario y uno de los pilares de la renovación de la danza española en los últimos años a través de los trabajos de su compañía, acierta al querer incorporar a determinados nombres (Rafaela Carrasco, Rocío Molina, Olga Pericet, Manuel Liñán...) al trabajo del Ballet Nacional (Hansel Cereza, Javier Latorre y, en menor medida, pero también, son viejos conocidos de la compañía), aunque no sé si el trabajo en sus propias compañías de las tres primeras, por ejemplo, les ha dejado el tiempo suficiente para aquilatar y asentar sus creaciones... Es plausible la intención de Najarro de pintar de contemporaneidad el trabajo del conjunto en este siglo XXI, pero es evidente que no ha dado en la diana, aunque confío en que este tropezón le sirva de reflexión para el futuro. En cuanto a la Suite Sevilla, su propia coreografía, que fue el último trabajo creado para su compañía, pienso que es irregular y que no está a la misma altura de otras piezas suyas anteriores. Es de una gran complejidad técnica, de una puesta en escena brillante (a pesar de la orquestación, poco colaboradora) y posee su habitual maestría coreográfica. Pero no sé, tiene para mí un cierto toque comercial y tópico (legítimo, pues se creó para una compañía privada que tiene que vender actuaciones aquí y en el extranjero) que me hacen pensar en que quizás no es el trabajo más apropiado, a pesar de sus virtudes, para presentarse como director del Ballet Nacional. Me dolió un comentario que escuché al concluir el estreno: "Si esto lo hubieran bailado los bailarines de su compañía, hubiera sido otra cosa". Es cierto que el Ballet Nacional está en transición, que sus artistas llevan mucho tiempo desmotivados y que las diferencias entre unos y otros son notorias. Pero el esfuerzo, la entrega y el compromiso de todos fue total, y hay mucho talento en esta compañía que -tengo mucha confianza en Antonio Najarro- estoy convencido de que va a volver a ser (al menos así lo espero) referencia dentro de la danza española.