El bambú y la escritura

Publicado el 21 abril 2016 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Cada día intento hacer mil suburi, pero no siempre lo consigo. No es falta de ganas, ni forma física (al menos, ahora); ni tan siquiera dedicación o tiempo; un día u otro las cosas se tuercen, y escucho el campanario del Hospital de San Pablo anunciando la medianoche. El primer día, y el segundo, te ves a oscuras frente a un espejo con un sable de bambú entre las manos; el séptimo, no. El séptimo aprendes a aceptar que hay cosas que no puedes controlar; que no puedes llegar a todas partes.

Esto es lo que hago: me posiciono frente a un gran espejo y practico movimientos básicos de katana. Cada movimiento y corte debe ser mejor que el anterior. Durante quince o veinte minutos, me centro en el movimiento del arma y no existe nada más. Mantener una defensa adecuada, subir los brazos, fluir con el movimiento; brazos, hombros, muñecas…

No obstante, quizá no sepas de qué estoy hablando. Eso es porque suburi es kendō, y kendō sigue siendo un desconocido en Occidente. Por ello, no tiene traducción. Suburi es un corte, un movimiento en abanico, un golpe básico de katana, shinai o bokuto. Es un camino para mejorar cuando no hay entrenamiento en el dōjō; es un modo de crear un pequeño rincón destinado a la práctica y a la meditación; de convertir la frustración en aprendizaje, de mejorar día a día, de encontrar una vía para el crecimiento personal.

En casa, pero sobre todo en el dōjō, el kendō es vida, estudio y sacrificio; el kendō es esfuerzo y, al igual que la escritura, trasciende el pensamiento reflexivo. Por eso practico kendō; por eso intento mejorar día tras día en todo lo que hago; por eso escribo.


La imagen pertenece a la página Kendo in Spain.