El PSG de Laurent Blanc le dio un señor repaso al Barcelona de Luis Enrique utilizando las armas que, hace tiempo, eran patrimonio del equipo barcelonista. Huérfano de alguno de sus mejores elementos como Thiago Silva, Ibrahimovic y Lavezzi los parisinos supieron mover el balón, persionar en ataque, defender ariba y reducir al Barcelona a un equipo pendiente de los arranques de genio de sus estrellas. Es decir, lo que pasaba no hace mucho cuando se enfrentaban estos dos equipos, pero al revés.
El PSG ganó por 3-2, pero el resultado no refleja en modo alguno la superioridad de los franceses ante un Barcelona desastroso, calamitoso y descabezado. Sin ideas, los de Luis Enrique lo fiaron todo a que Messi la enchufara o a que neymar le saliera la jugada estratosférica.
Más allá de eso, la defensa fue un desastre, y no por culpa de Ter Stegen, que encajó los tres primeros goles de la temporada. Los laterales fueron un guiñapo en cualquier dirección, los centrales, no eran centrales y a raiz de eso se vio como el PSG marcaba sus dos primeros goles en jugadas a balón parado. Mascherano jamás parará a David Luiz .
En el centro del campo, con Rakitic perdido ante el ímpetu de un equipo nivel Champions e Iniesta en su Guadiana particular, Busquets volvió a naufragar. La zona de creación fue patrimonio de un jugador tan inconstante como Pastore, que se permitió dicatar un curso al lado de Lucas Moura. Tarde trató de arreglarlo Luis Enrique con la salida al campo de Xavi, que superó a Raúl en partidos europeos en nche aciaga.
Siempre fue el Barça a remolque, incluso cuando el partido estaba empatado y jamás dio sensación de poderlo ganar más allá del milagro que se inventara Messi, un jugador que más pronto que tarde se va a cansar de tirar solo del carro. El Barça quedó retratado.