El pesimismo ha vuelto a aflorar entre la culerada. El arraigado “neguit” reverdece a velocidades de vértigo imponiéndose al “seny” del “soci”. Parecía que la ola de triunfos llegados con el nuevo milenio y el impulso del barcelonismo de nuevo cuño, desacomplejado ante la victoria, habían enterrado tal lastre del imaginario barcelonista. Pero no, solo se había solapado. El Barça de Pep se ha humanizado. Ha bajado el peldaño que el Madrid ha subido. Y el reequilibrio de fuerzas ha reajustado el ‘statu quo’ de su reinado futbolístico.
De algún modo, el culé se ha vulnerabilizado. Malacostumbrado a vivir entre nubes de algodón, ahora se muestra inseguro y displicente. Se palpa en los bares, en los ascensores, en los corrillos cigarreros…y lo reflejan todos los estamentos del club. Tanto que ya se pone en duda la continuidad de Guardiola, el nivel de algunas vacas sagradas o los niveles de autoestima de Messi. Atolondrado por vivir en la utopía y somnoliento tras más de tres años de fútbol onírico, el culé se muestra alicaido ante la bajada de pistón del equipo.
¿Será el barcelonismo capaz de saborear los triunfos por venir en su justa medida o estará emocionalmente secuestrado por el triunfalismo reciente? Veremos. Los próximos meses y las decisiones que estos conlleven, marcarán el rumbo del futuro deportivo del Barça en los próximos años.