Gamboa continúa desparecido y ya todos le dan por muerto. Suponen que, inconsciente por la niebla tóxica, caería al mar con el zarandear de las olas. Ramiro, sin embargo, está convencido de que Ulises asesinó al profesor y luego le tiró al mar. Cree que, tras la pelea, Ulises esperó el momento oportuno para seguir a Gamboa y dispararle y exige que sea juzgado por ello. El capitán no puede negarse, así lo establece el código marítimo, la Ley del Mar.
La temperatura en el barco no para de subir y el calor empieza a hacerse insoportable para la tripulación. Tanto calor no tendría lógica ni estando en el trópico pero no es lo único extraño que está sucediendo. Decenas de cangrejos corretean por el barco y, aunque suponen una fuente de alimento inesperada, su presencia también indica que algo en el agua les ha impulsado a huir hacia la superficie. Deben averiguar cuanto antes qué está pasando si no quieren morir asfixiados.
Estela, superada por la situación, ha sufrido una grave crisis de ansiedad. Llevan semanas encerrados, sin apenas espacio y rodeados de gente las 24 horas del día. La sensación de agobio es normal y el diagnóstico de la doctora es claro: la joven necesita estar sola. El capitán, decidido a ayudarla, se las ingenia para darle el espacio y la soledad que necesita. Estela, muy agradecida, malinterpretará el gesto del capitán y las molestias que se ha tomado por ella.