En cualquier país decente del mundo, los políticos, ante la constancia evidente de su fracaso y del desprecio que despiertan en los ciudadanos, dimitirían, pero los políticos españoles, ejemplo mundial de indignidad e indecencia política, se aferran al poder y continúan pudriendo el sistema, incrementando día a día el rechazo de los ciudadanos y disparando la presión que ya es agobiante y cercana al estallido.
Los tres grandes partidos políticos (PP, PSOE e Izquierda Unida) y sus colegas nacionalistas son nidos de corrupción y refugio de no pocos maleantes. Ellos son los que han saqueado las cajas de ahorro y las arcas públicas, los que han realizado obras faraónicas sin otro fin que cobrar comisiones y enriquecerse, desde hospitales que tienen que cerrar (Toledo) porque cuestan una fortuna mantenerlos, hasta auropuertos sin tráfico aéreo y trenes ultrarápidos sin viajeros. Ellos, esos políticos sin grandeza y cargados de bajeza inmoral, son el gran problema de España y el principal obstáculo que impide la regeneración y el verdadero progreso de una nación lastrada por su deleznable clase dirigente. Ni han devuelto lo que han robado, ni han pisado una cárcel, ni han pedido perdón. Son puro escoria dedicada a demoler la ilusión, la esperanza, la decencia y la democracia.
La gente está cansada de suciedad y asqueada. La presunción de inocencia ya no existe porque los ciudadanos creen, tengan o no razón, que los políticos roban y se creen todo escándalo que estalle, toda acusación que salga a la luz. Lo grave es que el pueblo ha perdido la fe en sus dirigentes y eso impide que exista democracia, legitimidad y gobernabilidad.
Hace pocos días se volvió a confirmar la suciedad de los partidos al descubrirse que el ex-marido de Ana Mato, el ex-senador y ex-alcalde corrupto Sepulveda, inculpado en el caso "Gürtel", estaba escondido en el Partido Popular de Mariano Rajoy con sueldo, seguridad social y cobrando sin trabajar. Teniendo en cuenta que los partidos se financian con dinero público, un corrupto más pagado por los explotados y esquilmados ciudadanos, teóricamente los "soberanos" del sistema democrático. Lo peor fue la defensa que hizo del asunto el tal Floriano, portavoz del PP, cuando dijo que no lo podían despedir porque Magistratura de Trabajo lo volvería a readmitir. Parece increíble, pero de verdad lo dijo. Nos toman por idiotas y tal vez lo seamos por permitir que sigan mandando los sinvergüenzas. Es cierto que después el partido rectificó y lo expulsó, pero la primera reacción reveló la naturaleza falsa y predadora de la formación política.
La única solución de España, si no queremos que la presión se haga irresistible y el barril de pólvora estalle, llevándose por delante la vida de muchos inocentes, es obligar a la escoria política que ha anidado en los partidos a que dimitan y se marchen de la política, dejando el terreno libre para que otra gente más decente y digna redacte, bajo la estrecha vigilancia de los ciudadanos, una nueva constitución, esta vez auténticamente democrática, que conduzca hasta las grandes instituciones del Estado a personas con valores y no a miserables cuya gran tarea, desde hace décadas, no ha sido otra que el saqueo de la nación, tras haber asesinado previamente la democracia.
El sistema político español es ya un callejón sin salida en el que ya ni siquiera funciona esa gran válvula de escape que es la alternancia. Salvo los fanatizados y los que participan en el saqueo de España, el resto de los ciudadanos saben que la solución no es ya votar a la izquierda para que sustituya a la derecha o viceversa porque todos son iguales y forman parte del mismo ejército de las sombras, el saqueo y la destrucción de la patria común. La única solución es sustituir a los infectados por una oleada irresistible de decencia, decoro y valores cívicos que arrastre a la actual clase política y la mande al basurero, que es la patria que merece.