El barro de las jarras islámicas de Ils, Elche.

Por Juanantonioperezmeca

  El barro de las jarras islámicas de Ils, Elche.
Puerta oriental de Madinat Ils, o Torre de Tudmir o de La Calahorra.
   Jarra del Museo de Elche, MAHE, pintada al manganeso.
Desde pequeño me fascinaba la imagen de unas jarritas islámicas de barro blanco decorado a pincel que, junto a un conjunto de delgadas monedas de plata -dirhemes- de caligrafía armoniosa pero indescifrable para mí se exponían en una vitrina del llamado Huevo del Parque, un recinto singular de arquitectura neoárabe, enclavado en el corazón del magnífico Parque de Elche, y que hacía de pequeño museo arqueológico. Esta imagen ha sido siempre para mí evocadora del pasado islámico de mi pueblo, que en época medieval se llamó Ils.  
   Antiguo Museo Arqueológico de Elche, conocido por                              el Huevo del Parque.        Dirham califal de plata. El tesorillo que se exponía en el Museo                          fue catalogado por Lafuente Vidal.
   Jarrita islámica realizada con arcilla del Vinalopó.
   A estas jarritas, hoy en el Museo de Arqueología e Historia de Elche, MAHE, se han ido sumando otras: la última encontrada, en la excavación de la Plaça de la Fruita, intacta, decorada con óxido de hierro; las procedentes de la donación Aniorte, halladas durante unos trabajos de repoblación en el Castellar de Morera, hoy en el MARQ. Los materiales del alfar de la calle Curtidores con Filet de Fora. También las procedentes de un silo que debió situarse próximo a una alquería islámica al norte de la ciudad, cerca del camino que, desde las sierras, penetra en la población en dirección sur hasta la Alcudia, la vieja Elche ibérica y romana.
Muros de La Moleta de Elche.El tópico de la fisonomía de oasis oriental de Elche tiene una base real, y más la tuvo hace apenas un siglo. Lo que fascinó a muchos viajeros románticos se conserva en parte si la mirada se completa con la información de lo que fue; así, la rambla desértica del Vinalopó, tan maltratada, rodeada del vergel de los huertos de palmeras, compone un paisaje único y lleno de historia.
El oasis de Elche.
 La Figuera Reona, el Promontori, Caramoro, la Moleta, el Puntal del Búho, el Castellar de Morera..., yacimientos que siguen el cauce del río al norte de la ciudad, son un libro más cerrado que abierto al pasado, desde el eneolítico hasta la Ils medieval. Allí, en el Promontori, hubo una primera comunidad alfarera que elaboraba cerámica campaniforme.
Campaniforme de Elche, en Mahe. Promontori del Aigua dolça i salá.
 
No conocemos los alfares ibéricos, pero sí sus ricas creaciones. Sabemos también de alfares romanos al sur de la ciudad, en el Arsenal. Finalment, conocemos el alfar islámico de la calle Curtidores, que aprovechó el agua de la acequia Real y del ramal de venía desde los baños árabes. Allí se fabricaron candiles en el siglo XII. Primero, de piquera con decoración pintada con óxido de hierro. Después, en el primer tercio del siglo XIII, sabemos que también se hacían candiles de pie alto, vidriados en blanco. 
Candil de piquera islámico. Museo de Alcoy.
Acequia mayor de Elche y Molí Real.
Jarra de agua.
De este segundo momento serían los materiales hallados en el silo del Campus de la Universidad Miguel Hernández, pues los excavadores encuentran en el repertorio de formas de agua, servicio de mesa y fuego una enorme similitud con las documentadas en los testares del alfar ilicitano de la calle Curtidores, afirmándose que prácticamente la totalidad de las formas de agua y servicio de mesa presentan pastas de tonalidad ocre blanquecina, con desgrasante de pequeño tamaño. Y la no menos interesante notocia del hallazgo de una jarra esgrafiada en el alfar local.
   Vasar islámico del Museo de Alcoy.
En el Castellar de Morera se documentan, por excavaciones del MARQ, cerámicas pintadas predominando la serie de las flores de loto entre metopas, tan típicas del Ribat de Guardamar, y que identifican con los materiales del primer contexto del alfar islámico de la calle Curtidores, además de en el cercano Castellet de la Murta en Agost, el Castillo de Petrer o el Castillo de Sax, cuya cronología recorre la segunda mitad del siglo X y las primeras décadas del siglo XI.Mi interés se centra en una experiencia concreta: probar distintas arcillas recogidas en lugares próximos a estos yacimientos, buscando concretamente obtener ese barro ocre, blanquecino, con desgrasante pequeño, poroso y ligero, que caracteriza las cerámicas dedicadas al agua en la mesa, es decir, jarras y jarritas.
   Niveles conglomeráticos y recifales con fauna al norte de Elche.
Descartadas las arcillas que darán coloraciones rojas, me intereso por pequeños afloramientos de arcillas margosas, margas y arcillas calcáreas, con especial interés por los afloramientos próximos al cauce del Vinalopó, y dejando para otro momento experimentar con tierra de bancal.El criterio de partida es que las arcillas utilizadas por los alfareros árabes de Elche serían recogidas a corta distancia de los centros de producción. O, mejor, los alfares no se ubicarían muy lejos de los puntos de aprovisionamiento de materia prima, además de contar con el abastecimiento de agua y leña.
   Arcillas margosas ocres al norte de La Moleta de Elche
He experimentado a la fecha con materiales de una docena de puntos de los alrededores del cauce del Vinalopó, intentando obtener conclusiones experimentales. En este punto es conveniente hacer una distinción entre lo que son propiamente arcillas, las margas y la greda. Esto no es fácil.Se llaman margas a un tipo de roca sedimentaria, impermeable, de fractura mate, concoide o astillosa, formadas por deposición en entornos marinos o lacustres, y compuestas de calcita y arcillas. Se denominan calizas margosas cuando el carbonato cálcico es superior a un tercio de la masa, y arcillas margosas, o calcáreas, cuando es inferior.Las definiciones de “greda” son problemáticas; para este trabajo me quedo con la que llama greda a la roca detrítica mixta compuesta a partes iguales (no inferiores al 20% cada una) de componentes de distinta granulometría: arena, arcilla y limo. 
 Conos de arcillas detríticas.             

   Acumulación de los detritos en conos surcados de canales de erosión de la lluvia.
En la zona prospectada, por debajo de la cobertera cuaternaria rojiza, se encuentran sedimentos post manto, es decir, capas sedimentarias que del neógeno a la actualidad han producido una sedimentación casi continua de rocas de origen marino procedentes de la destrucción del substrato subbético, englobándose las series de edad miocena y pliocena. En las terrazas del Vinalopó aparecen, bajo niveles conglomeráticos bien cementados, y en ocasiones con sílex nodular, paquetes de niveles detríticos.
Sílex nodular procedente de los conglomerados.
 La compacidad de las calizas no nos es útil para la recogida de muestras, pero sí lo son las arcillas margosas que en tonos ocre algo verdoso y en ocasiones con estructuras de yeso en filoncillos; otras, similares pero con una pátina superficial blanquecina, y finalmente otras gris claro, han sido objeto de pruebas. Las amarillentas u ocre, algo verdosas, han sido recogidas al norte de la Moleta; las blanquecinas y grises, al norte del Castellar de Morera.
     Suelo arcilloso ocre amarillento con margas, calizas y yesos. Norte de La Moleta, Elche.
   Decantando la arcilla margosa ocre amarillenta del Vinalopó.
   Las sencillas pruebas de plasticidad determinaron que la pasta gris es la más magra, arenosa y homogénea, dando un blanco sucio su cocción a 1000 grados. Está bastante limpia de impurezas vegetales. La pasta blanquecina probada es la más cremosa y plástica, pero en exceso para servir al trabajo de torneado. Finalmente, las más parecidas a los colores de las cerámicas islámicas han sido las amarillentas, ocres claros. Estas dos últimas, mucho más ricas en materia orgánica, que flota durante la decantación.
   Decantado de arcilla margosa gris, recogida al norte del Castellar de Morera.
Los puntos de recogida han sido los barranquillos formados por las escorrentías, buscando el material más puro, más libre de impurezas visibles. 
 La escorrentía de las lluvias acumula sedimentos de finos, arcillas depuradas como se aprecia en el surco de la imagen.
El método de depuración ha sido el tamizado en seco y sucesivas decantaciones hasta descartar el sedimento grueso. Estas arcillas margosas presentan una importante cantidad de arena calcárea como desgrasante natural, y su comprotamiento plástico es idóneo para el torneado, dejando un estriado de huellas de giro muy definido y característico de estas producciones islámicas. La coloración a mil grados es ocre claro, con zonados en la misma pieza más tostados, y un aspecto poroso, arenoso al tacto. A veces se han producido agrietamientos en cocción, pues estimamos, de visu, que la proporción de arcilla es algo inferior a la idónea para tal proporción de carbonatos.
                          Recogida de muestras de la arcilla margosa ocre.
            Presenta abundantes restos orgánicos.
Por último, registrar que durante el secado pueden aparecer eflorescencias filamentosas blanquecinas.  
   Aparición de eflorescencias blancas filamentosas (sulfatos) durante el secado de una lucerna paleocristiana.
Después de cocidas y mojadas las piezas, aparece a veces una capa blanquecina muy fina, no filamentosa, calcárea.
Puede apreciarse la capa blanquecina aparecida tras cocer, mojar y dejar secar este cuenco islámico. Se aprecian también estrías en la mitad inferior, de tono más ocre.
Para las pruebas se elaboraron jarritas de agua islámica a torno con arcilla margosa ocre, así como una lucerna paleocristiana con molde de apretón; con arcilla blanquecina se torneó una jarrita hispano árabe que se decoró con esgrafiado al manganeso, y para probar la arcilla gris clara arenosa se torneó un ungüentario romano. La arcilla ocre dio el color más similar a las piezas antiguas, pero presentó agrietamientos; la gris rajó en horno.

                                                      Torneando un balsamario romano.
        Igualando el cuello del unguentario romano.
   El unguentario ya cocido y rajado en el horno.
 La blanca, de más difícil torneado, no dio estos problemas.
            La arcilla blanca se recogió superficialmente, pues forma pátinas muy blancas que se
              pierden  a ocres al excavar.

Jarrita esgrafiada islámica elaborada con la arcilla margosa gris amarillenta, presenta una pátina blanquecina en la  mitad superior formada después de ser cocida y mojada.
 Rajadura de las finas paredes de una jarrita realizada en barro ocre. 
Una aproximación de conclusión: en el entorno inmediato del cauce del Vinalopó, al norte de la ciudad, pueden recogerse arcillas que, una vez procesadas manualmente, sirven para el torneado y dan buen resultado en cocción si la selección es la adecuada. El aspecto de estos barros, de color ocre claro, poroso, ligero y arenoso al tacto, se asemeja mucho al usado para las jarras y jarritas islámicas. De estas arcillas margosas detríticas, las más adecuadas son de aspecto amarillento, abundantes en zonas concretas.