El bien y el mal en navidad

Publicado el 24 diciembre 2013 por Franky
Ya estamos en vísperas de Navidad. Lo dicen las ciudades invadidas de luces, los grandes almacenes atiborrados de exquisitas viandas, los escaparates de los bazares y comercios con atavíos de toda clase. Para unos, la Navidad es alegría, amor, encuentros, regalos, pagas extras, viajes por el mundo y la presencia de Jesús como salvador y vencedor del mal. Para otros, la Navidad es tristeza, odio, ausencias, paro, pobreza, trampas y personas de buena voluntad para paliar la ausencia del bien. Los chinos y pueblos del Oriente, con el taoísmo y en otra época del año, aceptan que el bien y el mal coexisten necesariamente unidos, y los llaman el yin y el yang. En los cuatro puntos cardinales, la doctrina de Lao-tse referente al Tao o la vía divina y principio de orden-, es el camino que lleva al paraíso. Ahí coexisten el bien y el mal, el yin y el yang: la tierra y el cielo, con una serie de antiguas creencias: astrológicas, mágicas y preceptos higiénicos.

También entre nosotros los occidentales, las costumbres, las leyes, la naturaleza y el respaldo de las autoridades han amalgamado la Navidad con el bien y el mal; más que una celebración religiosa y humanista la hemos convertido en una fiesta profana de mercado. Para los comerciantes, la pregunta es:: ¿Por qué no hacer más rentable un tiempo tan propicio como la Navidad? Para los mercaderes sin moral: ¿Por qué no mentir, no engañar o robar, cuando resulta tan fácil en Navidad y, posiblemente, no seremos descubiertos ni castigados? Para las profesiones liberales: ¿Por qué un político, un banquero o un magistrado no pueden ejercitar la corrupción, si tienen garantizados la discreción de sus corruptores y el aumento de sus accionistas? Para los aduaneros:¿Por qué no se pueden cerrar las fronteras de los países ricos, dejar las puertas atrancadas y las cuchillas afiladas para defenderse de los inmigrantes y vagabundos?

Para los facinerosos: ¿Por qué hacer el bien? ¿Quién me obliga a ser amable, tolerante y altruista y no maltratador y violento? Para los falsos científicos e investigadores: ¿Por qué debe el científico y el investigador considerar siempre al hombre como sujeto de derecho y no como objeto comercial? ¿Por qué debe el hombre comportarse siempre de un modo humano? Para los nacionalistas y colectivos manipuladores: ¿Por qué no puede autodefenderse un continente contra el ingente pobreterío de África, Sudamérica o el Oriente? ¿Por qué no pueden desgajarse trozos de España con el fin de elevar las rentas per cápita de sus autonomías? ¿Por qué no pueden independizarse regiones, pueblos, aldeas, razas e imponer su etnia contra otra? ¿Por qué no pueden los poderosos liquidar a los necesitados, a los indigentes, a los menesterosos y a los miserables?

Este es el dilema fundamental de la democracia. Aquí no cabe aplicar unas moralinas autosuficientes de limosnas, ni unas seudo-reflexiones nacionalistas, ni unos impulsos machistas. Aquí vale una autocrítica para todos los humanos, una oposición al Estado medieval-clerical, un rechazo al moderno Estado totalitario y una recusación a los países opulentos del Norte. El Estado libre, igualitario y fraternal es un estado neutral ante la concepción del mundo. El Estado democrático de derecho es el acuerdo con la constitución aprobada por el pueblo soberano, y el respeto, la protección y el fomento de la libertad, igualdad y fraternidad de conciencia, de religión, de prensa y de los derechos humanos. Algo así podría ser la Navidad humana y humanista, ¿Una utopía?

JUAN LEIVA