El Big bang y la ciencia ficción

Publicado el 18 abril 2015 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Fred Hoyle en la BBC

Por Iván Rodrigo Mendizábal

Se dice que el astrofísico y escritor de ciencia ficción, Fred Hoyle acuñó el término “Big Bang” durante una entrevista en la BBC de Londres en 1949. En ese momento Hoyle pronunció como una broma o como una salida a una cuestión que desde los tiempos de Einstein ya circulaba como algo no aceptable en los círculos científicos. Él se burlaba de las ideas relativas a la expansión del universo, propuesta por el sacerdote, también científico, Georges Lemaître, hacia 1927.

Big Bang era así un denominación que en principio negaba la posibilidad del universo expansivo, con la que Hoyle pretendía criticar a quienes querían investigar tal supuesto fenómeno y más bien manifestar su tesis del universo estacionario –que existió siempre según él– en el que la vida pudo venir de algún lado, transportado por alguna fuerza radioactiva, un cometa –teoría que él la inscribió como panspermia–. Sin embargo, pronto se volvió un término que poco a poco fue siendo apropiado por otros científicos interesados en saber más del universo, las distancias, las conexiones entre galaxias, sistemas y planetas, en la posibilidad de la vida exterior, hecho que luego derivó en un nuevo modelo del origen del universo y las estrellas basado en la tesis de que en origen todo partió de algo singular, con suficiente densidad, que implicó una explosión y una expansión hasta lo que vivimos hoy.

Hoyle como detractor a la final se convirtió en el padre de un concepto que en la actualidad ha dado pie a un sinfín de experimentos y de ficciones. En 1994, no obstante el interés por investigar más las profundidades del espacio exterior y responder también a la pregunta de cómo se creó el universo –o quién lo creó, donde aparecen las cuestiones relativas a Dios–, Hoyle siguió insistiendo que su término falacia era real. Decía –en Home Is Where the Wind Blows (1994, p. 414)–:

“Big-Bang cosmology refers to an epoch that cannot be reached by any form of astronomy, and, in more than two decades, it has not produced a single successful prediction”.

Es decir, que sería imposible saber cómo se originó todo y aunque se hayan hecho intentos de conocerlo, hasta el momento, en la década de 1990, no había resultados eficaces. Era algo así como negar la posibilidad incluso de vida extraterrestre.

Portada de la novela “La nube negra” de Hoyle

Para seguir discutiendo su tesis de la panspermia, Hoyle escribió ciencia ficción. En La nube negra (1957) se aborda la idea de lo que viene desde el exterior. Es una novela acerca de una nube negra interestelar que viaja por el espacio exterior y saca de sus órbitas a los planetas, la cual de pronto se aproxima a nuestro sistema solar. En esta obra, como buen astrofísico, además de articular una trama donde la ciencia trata de descontaminarse de la intervención política, el autor hace todo un trabajo de traducir a la ficción los términos de las ciencias: de este modo, la novela es un ejemplo fabuloso de ciencia ficción dura. La nube negra en realidad parece ser la respuesta a las tesis del universo expansivo, pues ella es un ser inteligente, con cuyo paso se siembra algo. Es interesante la siguiente “conversación” entre los científicos y la “nube negra” en la novela de Hoyle:

“- ¿Qué edad tiene usted en realidad?

«Algo más de quinientos millones de años.»

– ¿Y su nacimiento, es decir, su origen, fue una consecuencia de una acción química espontánea, como creemos que ha ocurrido aquí en la Tierra?

«No, no fue así. Cuando viajamos por la galaxia andamos a la pesca de convenientes agregados de materia, nubes convenientes en las que podamos plantar vida. Hacemos esto más o menos en la misma forma que ustedes hacen crecer brotes de un árbol. Si, por ejemplo, yo encontrara una nube conveniente que todavía no estuviera dotada de vida, plantaría en ella una estructura neurológica comparativamente simple. Esta sería una estructura que yo mismo hubiera construido, una parte de mí mismo.

«La cantidad de azares con que el origen espontáneo de vida inteligente se enfrenta es superada mediante esta práctica. Voy a darles un ejemplo: Los materiales radiactivos deben ser excluidos rigurosamente de mi sistema nervioso por una razón que les expliqué en una conversación anterior. Para asegurarme de esto poseo una elaborada pantalla electromagnética que sirve para impedir el ingreso de cualquier gas radiactivo en mis regiones neurológicas, en mi cerebro, en otras palabras. Si esta pantalla dejara de actuar, yo experimentaría un gran dolor y pronto moriría. Una falla de esa pantalla es uno de los accidentes posibles que les mencioné hace un rato. El punto clave de este ejemplo es que nosotros podemos proporcionar a nuestros ‘infantes’ las pantallas y la inteligencia para operar con ellas, mientras sería muy improbable que tales pantallas pudieran desarrollarse en el curso de una vida de origen espontáneo.»

– Pero eso es lo que debe haber ocurrido cuando surgió el primer miembro de su especie – sugirió Mc-Neil.

«No estoy de acuerdo en que hubiera un ‘primer’ miembro», dijo la Nube. MacNeil no comprendió esta observación, pero Kingsley y Marlowe intercambiaron una mirada como si dijeran: «Oh, oh, ahí vamos. Eso les va a pegar en el ojo a los muchachos del universo en explosión»” (Fred Hoyle, La nube negra, Buenos Aires: Mirasol, pp. 179-180).

En efecto, Hoyle, mediante el encuentro de los científicos con la nube negra, que es una forma inteligente de millones de años, le inquieren sobre su origen y, como tal, el origen del universo. La respuesta es más bien otra, pues la nube ha estado allá alimentándose y generando vida, dotando a las estrellas de una especie de sistema neurológico que les hace vivir y cambiar. Asimismo es una nube viajera que reparte “semillas” o que absorbe otras. La clave en la cita anterior radica en el hecho que la misma nube negra no se reconoce, ni tampoco afirma que haya un primer momento, un “primer miembro” que lo haya originado todo. Frente a ello el autor reafirma su idea de que no hubo origen de nada e incluso, mediante la mirada de los personajes, hace que idea: “Eso les va a pegar en el ojo a los muchachos del universo en explosión”, es decir, los científicos –como él–, mediante la ficción hablaron con esa fuerza inteligente del universo gracias a la cual constataron que es imposible seguir hurgando por los orígenes y la expansión.

Hoy en día “Big bang” sigue siendo un concepto llave que abre a muchas posibilidades y muchas exploraciones. Hoyle, a pesar de no estar convencido de la idea, hizo que su broma termine siendo el camino para otras preguntas.


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