Tanto en la dura posguerra, como en esta cruda realidad que vivimos, hay un momento en la vida en que las circunstancias y las oportunidades, por su ausencia o por posibilidad de subsistencia, te obligan a hacer las maletas, a seguir escribiendo tu novela lejos de casa. Pues bien, desde este punto quiero arrancar la historia de alguien que, hace algo más de veinte años, se vio en esta encrucijada, el dilema de hacer carrera en el extranjero o seguir aferrado a la posibilidad de una oportunidad en casa. Él optó por la primera opción, y desde entonces no se le ha vuelto a ver, profesionalmente hablando, el bigote por España. La pista del mostacho nos lleva a Xabier Azkargorta.
Corría el año 93 cuando este guipuzcoano aterrizaba en Bolivia, un país “difícil de entender pero imposible de olvidar”, como el mismo Azkargorta lo ha definido en alguna ocasión. Llegaba a la selección altiplánica, un equipo sin gran calado internacional, un combinado que llevaba camino de llevar medio siglo sin participar en una copa del Mundo, pero con la ilusión de hacer grandes cosas. Y vaya si las hizo, recién aterrizado se iniciaba una fase de clasificación para el Mundial que tendría lugar en Estados Unidos un año más adelante.
‘La verde’ estaba encuadrada en el grupo B de la Conmebol, nada más y nada menos que con dos selecciones campeonas del Mundo como son Brasil y Uruguay. Desde el primer momento se pudo ver que Azkargorta no se sentía inferior a nadie, aunque sobre el escudo de su federación, en su pecho, no hubiese estrellas de campeón. Un comienzo fulgurante, cinco victorias en los cinco primeros encuentros, pasando por encima de cariocas y charrúas, el pase a EEUU estaba siendo rozado por la yema de los dedos de millones de bolivianos gracias al ‘bigotón’. Pero lo bueno se hace esperar y hasta el último partido en Ecuador no se puedo sellar la ansiada clasificación para jugar el campeonato en territorio gringo.
El sueño se había hecho realidad, Azkargorta había llevado al Mundial a Bolivia cuarenta y cuatro años después de su última gesta similar, quizás lo más sorprendente, aunque no deja de ser anecdótico, es que lo había conseguido siendo el equipo más goleador de Sudamérica por delante de Brasil, Argentina o la Colombia de Valderrama y Asprilla. Todo lo que viniese a partir de ahí era un regalo añadido, por cierto lo que llegó fue muy poco, un punto contra Corea y un gol del honor frente a España. Pero la huella ya se había marcado y, en el corazón de cada rincón de Bolivia, ya había un hueco para el guipuzcoano, que al margen de lo estrictamente futbolístico, realiza innumerables trabajos para fundaciones en pro de la juventud, hasta tal punto es así que UNICEF le nombró amigo de la infancia en el año 2012.
El éxito cosechado con el combinado altiplánico y el gran prestigio que ello conlleva, le abrió las puertas para dirigir a una selección con mayores aspiraciones como era la chilena, aunque en esta ocasión no se pudieron alcanzar los objetivos. Tras Chile llegó la oportunidad de volver a dirigir en el día a día, aunque eso sí, tocaba volver a hacer las maletas y explorar nuevos continentes, era turno de Asia, el Yokohama Marinos japonés brindaba a Xabier la oportunidad de seguir haciendo lo que quiere. Él supo corresponder como merecía, titulo de la J. League. Del país nipón al azteca, no hay problema, lo que haga falta, era hora de entrenar en México, en el Chivas.
Para cuando Azkargorta deja de ser entrenador de Chivas de Guadalajara ya es una persona que ha echado raíces en Sudamerica, continúa instalado allí, era solo cuestión de tiempo que un lugar por el que ha dado tanto le brindase una nueva oportunidad. Y así hasta día de hoy donde permanece como seleccionador boliviano. Esta es la clara muestra de que no se es de donde se nace, sino donde se pace y todo hace indicar que ‘el bigotón’ se fue para quedarse.