El bipolar zombie

Por Chak
Hay palabras que cautivan por sí solas, una de ellas, y a últimas fechas, es zombie. Todo es zombie ahora. Incluso este blog, que suele ser más depresivo que fantástico. Hoy no sólo soy bipolar sino también zombie.

¿Pero cómo es un bipolar zombie? Antes que otra cosa camina por la casa con los brazos estirados, con mucha flojera, aunque con la firme intención de atacar a alguien en cuanto se le presente. Si tuviera los ánimos, rompería cualquier cráneo de un mordisco y comería luego los sesos.
Pero este zombie está en su etapa depresiva, así que con trabajos camina.
Afuera, sin embargo, anda corriendo sin parar la versión hipomaniaca del mismo muerto viviente.
Corre sin saber a dónde, pero eso sí, muy enojado, irritado, y si encuentra a una sexy zombie con pechos sangrantes y nalgas en carne viva, sin duda querrá irse a la cama con ella aunque al final ella se lo coma sin que él lo haya sospechado. Así son los bipolares. Inician las aventuras sin ponerse mucho a pensar en las consecuencias.  
Por ejemplo, a este zombie depresivo que escribe le ocurre con frecuencia que entre tristeza y tristeza se le presenta un buen momento de alegría de gozo, pero está tan concentrado en gimotear, tirar baba y sangre por la boca y buscar carne fresca para comer que se le pasa por alto gozar de esos momentos de esparcimiento. No piensa, sigue en la inercia de la depresión.
Lo mismo le pasa al zombie bipolar que anda afuera. Aún con este frío que se siente en la ciudad en las noches, anda en mangas de camisa, presumiendo que su coche corre a 160 en el periférico y acostándose con cualquier chica zombie sin pensar en el riesgo de que se lo coma... No piensa en los riesgos de sus actos.
Esa es la parte triste de los zombies bipolares, en cualquier parte de la ola donde estén (en la cresta o en el valle), corren el peligro de perderse, de olvidar que están rodeados de personas no zombies que aún así los aman.