No me parecía oportuno confesarlo antes, pero sí, desde hace unos meses mi pequeño blog está enamorado. Ay, yo sé que es normal y que tiene edad para ello, el problema es que su amorcito es una blog que tiene advertencia de contenido y verificación de palabra y moderación de comentarios y protección contra plagio y un cursor que larga estrellitas cuando se mueve y una música insidiosa que hace interminable la carga. No es que yo sea una insufrible que no acepta los afeites y los pavoneos, pero podría haberse buscado una menos histérica... no sé. Debo aclarar que no me molesta que esté más tiempo con ella que conmigo, pero como madre me preocupa que llegue tan tarde a casa porque tiene que superar todos esos obstáculos para consumar el acto, digamos. Ya le dije que, bueno, tal vez su novia no quiere que él la visite o que le diga bellas palabras, hay cada una.
Lo cierto es que todo este amorío es un verdadero lastre, porque al final soy yo la que tiene que aguantar sus cuitas, como castigo hoy decidí quitarle la posibilidad de comentarios. No es definitivo, veremos cómo reacciona, él sabe muy bien que no lo hago por maldad, que quiero lo mejor para su vida y que siempre fui una buena madre.
*Dedicado a mi querida Sarca, la casquivana.