Crece el desierto incinerando la memoria
Pero queda la palabra erguida, atarrayando el paisaje,entre sus ramas.El calor gravita como un espejismoY en el vapor que reclama a gritos una cerrazón de nubesAgoniza la última brizna de verde.El suelo se cuartea hasta dejar al descubierto los huesos del silencio.Todo ansía la nostalgia.En el horizonte un niño observa la ausencia de la lluviaY el viento busca distraer los girones de sed que desencajan su mandíbula.No hay sombra ni siquiera para descansar el sudor de lo urgenteSólo el presentimiento de pequeños insectos cantando a la canícula.
El árbol se mantiene; no hay pájaros ni monos presagiando una siestaNi mucho menos una jirafa adornando con besos los retoños.Como una botella al mar, el Boabab navega.