Que durante el año pasado el 80% de sus ingresos haya sido dado al Gobierno francés en concepto de impuestos, como él ha asegurado, es algo que tiene que terminar quemando a todo buen hijo de vecino, incluso hasta al más cotizado actor. Ha llegado un momento en que el reiterativo sistema de recaudación que impone su país ha terminado con la paciencia del que acaba de interpretar por tercera vez a Obelix, y rebelándose cual gallo francés, ha declarado su propia Guerra de las Galias a su país fugándose de él. Está muy bien ser ciudadano francés pero con tanta imposición fiscal el patriotismo y la grandeur de la France ya se la traen al pairo.
Con su actitud un tanto drástica pero simple y llanamente razonable desde el punto de vista de la economía de bolsillo, Depardieu plasma la crítica a un sistema de abusivas políticas fiscales de gestión de la crisis que están produciendo un hartazgo considerable en la población. El ciudadano medio ya está cansado de tener que pagar siempre él religiosamente nuevos y cada vez más implacables impuestos que el Estado le obliga cada día que se despierta. En todos los órdenes: educativo, sanitario, comercial... Sistemáticas subidas impositivas que siempre retrasan per secula seculorum la reforma de la administración.
El Gobierno francés, al que no le ha sentado muy bien la traición nacional de su paisano, justifica que los que más tienen son los que deben aportar más. Eso está muy bien, y es equitativamente justo, pero de los Pirineos para abajo nos vienen alertando los liberales de que si desde el Gobierno central las grandes fortunas son acosadas con más impuestos que amenacen sus abigarrados patrimonios, posarán los mismos en nidos de menos exigencias fiscalizadoras, allende nuestras fronteras.
A estos tampoco les falta razón, pero lo que no es de recibo es que un Gobierno nacional aprobase hace meses una medida legislativa fiscal que precisamente benefició y amnistió a los grandes defraudadores a la Hacienda Pública de nuestro país en muchos años, en la cual se les animaba a traer aquí una parte de sus fortunas (muchas de ellas protegidas durante largos años en paraísos fiscales y sin haber comprobado si habían sido legítimamente conseguidas o no) a cambio de grandes exenciones y ventajas fiscales.
El Estado perdonaba sus impagos pasados si contribuía al sistema público de su país de origen aportando una cantidad insignificante en comparación con toda su fortuna acumulada. Como ahora a Gérard Depardieu, su propio país les importaba un rábano hace años.Y es que el bolsillo no entiende de patriotismo.