Cuando uno se encuentra adentrado en el Bosque de Oma es muy posible que le venga a la memoria las ilusiones infantiles tan bien retratadas en la película del Mago de Oz. El placentero silencio del monte, únicamente perturbado por sus legítimos moradores –el viento y los pájaros-, realza todavía más la mágica obra de Agustín Ibarrola.
Una visita a Euskadi, con tantos y tantos puntos de interés, se queda levemente mutilada si no realizas una visita al Bosque de Oma y es que, a fin de cuentas, este maravilloso paraje forma parte de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, declarado por la Unesco en 1.989.
Emprendemos camino a Oma. ¿Cómo llegar?.
El punto de referencia más importante, que por ende nos servirá para rendir visita a otra bella localidad, es Guernika. Esta ciudad, símbolo y corazón de Euskadi, tendrá cabida en otro artículo dentro de lo que fue nuestra maravillosa experiencia por Euskadi.
Iniciamos el camino hacia el Bosque de Oma.
Depende del ritmo que quieras tomar (¡ojo, hasta la mitad del recorrido es todo en sentido ascendente, pero sin dificultad) tardarás aproximadamente unos 30/40 minutos. Después, el sendero se suaviza en ligera pendiente descendente hasta llegar a sus últimos 200 metros, a la izquierda, donde hay que bajar unos tramos de escalera con fuerte pendiente.
Se da inicio a un pequeño juego de perspectivas, de ángulos, de sentirte nimio ante la inmensidad del paisaje y, para ello, solo hace falta alzar la vista para intentar descubrir donde se encuentra la copa del pino.
La “Invitación al beso” es el título de la obra número 1, que te encuentras nada más descender. Después, entre las ligeras laderas, aparecerán cometas, labios, cuadrados, ojos que recuerdan a Picasso, curvas y contracurvas, todo un pequeño laberinto de troncos en el que aparecen y desaparecen perspectivas; donde tú dibujas con tus pasos un camino original, diferente, al amparo de tu imaginación.