La idea es tan simple como innovadora: cuando una pareja sabe de su embarazo, recibe en Atención Primaria un prospecto de AMBIOMA, que en la unidad han definido como “un producto sanitario que estimula la conexión de la madre naturaleza (animales, vegetación y experiencias en la naturaleza) con la salud humana, con especial atención a las etapas del embarazo e infanto-juvenil”. El prospecto incluye, como todo medicamento que se precie, instrucciones para antes, la posología, posibles efectos adversos y formas de conservación. Todo un despliegue de imaginación con el único propósito de que las parejas visualicen el contacto con la naturaleza como un elemento “curativo” no solo para ellos, sino muy especialmente para el hijo o hija que está en camino.
Pero además del prospecto, el padre “embarazado” recibirá una pulsera con una semilla para que la lleve consigo hasta el momento del parto, cuando se le cambiará la semilla por un plantón que trasplantarán con la colaboración de un guarda forestal en el Bosque para la Salud. Posiblemente, la palabra que le he oído decir más veces en los dos días que he estado con el Dr. Ortega, sea “emoción”, y la otra, “muy bien”. Este pediatra, ambiental de formación y vocación, vive con entusiasmo el trabajo que desarrollan en su unidad y tiene la virtud de ver y valorar positivamente cualquier paso que se dé a su alrededor, por muy pequeño que sea. Esta semana su paciencia ha tenido premio porque en el Virgen de Arrixaca han dado un gran paso: su hospital reconoce que la naturaleza y una vida saludable son herramientas indispensables para preservar la salud de los actuales y futuros ciudadanos de Murcia. Y este reconocimiento, que comienza vinculado inicialmente al nacimiento de una nueva vida, no dudamos que tendrá, poco a poco, importantes consecuencias en las familias que participen en el programa, ya que su objetivo es, según sus propias palabras, “promover una cultura sanitaria que englobe la reproducción, el embarazo y la lactancia como pareja con una perspectiva de género inversa, que abarque a ambos progenitores a través del vínculo con la naturaleza”. Cuando las familias recuerden las habituales anécdotas propias de todo nacimiento, a partir de ahora en todas ellas habrá cabida para un árbol que tendrá la misma edad que sus hijos y que podrán conocer e identificar en ese, aún, pequeño bosque. Es evidente que plantar un árbol no nos hace más respetuosos con el medio ambiente ni nos hace demandar más espacios verdes en nuestras ciudades. Pero, quizás, si empezamos a generar “vínculos emocionales con la naturaleza”, como me decía el Dr. Ortega, comenzaremos a acudir a ella con más frecuencia, a considerarla como parte de nuestras vidas y a compartir ese espacio con nuestros hijos. Porque no podemos olvidar que los niños, para disfrutar de una salud plena, necesitan tener un contacto frecuente con la naturaleza. Aunque también podríamos sustituir el concepto naturaleza por otro más cercano, el de espacios verdes. Los niños necesitan tocar y pisar la hierba, oír pájaros, jugar con la tierra y correr cerca de un rio, del mar o de un parque en el que los cláxones no sean el sonido de fondo. Pero, sobre todo, necesitan compartir un espacio de tiempo y de afecto con sus padres porque el tiempo y el afecto es lo que permite incorporar hábitos saludables a sus vidas. Por eso este proyecto del Bosque para la Salud resulta tan importante en su sencillez, ya que a través de él se vinculan tres conceptos imprescindibles para lograr una buena salud infantil: naturaleza, espacio y tiempo con los padres, y, además, un sistema sanitario que conciba la salud más allá de la enfermedad. Pero es que la vida, como la salud, está llena de pequeños buenos gestos al alcance de todos.
Publicado en fundrogertorne.org