Ni tolerancia, ni respeto.
Al contrario que el discurso imperante en la actualidad de corrección política que intenta hacernos ver a las sociedades musulmanas como focos de tolerancia, respeto, progresía y multiculturalidad actualmente y en épocas pasadas lo cierto es que la realidad (y la Historia) es muy diferente.
Sentimientos como la humillación, el antisemitismo, la desigualdad, inferioridad, injusticia, miedo, desprecio y violencia, eso es lo que sufrían los judíos que tuvieron la mala suerte de vivir en el territorio del futuro estado marroquí a finales del siglo XIX.
En un espeluznante artículo de La Vanguardia del 18 de agosto de 1888, titulado “Los judíos en Marruecos” se puede comprobar que la situación de la numerosa población judía distaba mucho de ser idílica.
Asi narra como humillaban a los judíos del interior obligándoles a caminar descalzos fuera de sus “ghettos” y que se ven sometidos a numerosas persecuciones y agresiones. Narra como su testimonio no vale en un juicio y son explotados laboralmente, obligándoles a trabajar en las labores más penosas e indignas, como las de limpiar letrinas, mover animales muertos, o (en tiempos de guerra) salar las cabezas de los enemigos muertos por los musulmanes marroquíes para colgarlas en las puertas de sus ciudades. El mismo articulo califica como “ofensa insignificante” el hecho de asesinar a un judío.
Lo que narra el artículo no es una situación de convivencia, tolerancia y respeto sino de sumisión y sometimiento de los judíos a la voluntad, violenta en muchos casos, de la mayoritaria población musulmana.
Espeluznante, pero no por ello sorprendente, si consideramos que incluso hoy en día, el que un terrorista palestino asesine a un judío en las tierras administradas por el ente palestino es igualmente un hecho “insignificante” que no sólo no obtiene reproche penal sino que además es justificado, honrado y ensalzado por las autoridades palestinas y recompensado con jugosas pensiones y sueldos vitalicios.