El búho, de Samuel Bjørk

Publicado el 27 marzo 2020 por Goizeder Lamariano Martín
Como ya sabéis, el pasado fin de semana leí Viajo sola. Y, como ya os conté en la reseña, me gustó tanto que, después de terminarlo el domingo a la tarde, ese mismo día a la noche empecé la segunda parte de esta trilogía, El búho. Esta segunda entrega del escritor noruego Samuel Bjørk me ha gustado, pero no tanto como la primera. Voy a intentar explicaros porqué. 
En esta ocasión el escenario principal es El Huerto de Hurumlandet, un centro para jóvenes problemáticos. Allí una adolescente ha desaparecido y cuando aparece, está muerta, estrangulada, en medio del bosque, sobre un lecho de plumas y en el centro de un pentagrama formado por velas. Una escenografía que recuerda a un ritual satánico, a una secta.  El inspector de la unidad de homicidios de Oslo, Holger Munch es el encargado de dirigir la investigación, junto a todo su equipo. Y, una vez más, necesitará la ayuda de Mia Krüger, que sigue luchando contra sus propios fantasmas  ayudada por el alcohol y las pastillas. En lo personal ambos protagonistas no han cambiado ni evolucionado mucho desde la primera entrega. Holger, divorciado, sigue siendo un buenazo y un gran jefe y compañero. Si acaso, se le nota más afectado por la relación que su ex mujer tiene con su actual pareja.  Me ha gustado mucho el protagonismo que tiene en esta segunda entrega su hija, Miriam Munch, a la que conocemos mucho más en el plano personal. La relación con sus padres, con su hija, con su marido y hasta con sus antiguas amigas.  También me ha gustado el mayor protagonismo y presencia de Gabriel, el joven hacker del equipo de homicidios, un personaje que ya en el primer libro me gustó mucho.  Todos los personajes están muy bien perfilados, hay un equilibrio muy bueno entre sus historias personales y la trama policial. Los escenarios también están muy bien construidos, el lenguaje sigue siendo muy cinematográfico, lo que hace que, más que leer el libro, lo veamos.  Por el contrario, no me ha gustado que, comparada con la primera, esta segunda entrega tiene menos ritmo, es más lenta, menos vertiginosa, aunque la lectura sea igual de ágil, fácil y entretenida, gracias a que los capítulos siguen siendo cortos, he echado en falta más acción.  En este aspecto, me ha llamado mucho la atención que, al contrario de lo que estamos acostumbrados en la mayoría de las novelas negras, aquí no se trata de un asesino en serie, no hay varios asesinatos, varias víctimas, sino que toda la novela está basada en una única muerte. Tal vez por esto me ha resultado más lenta que la anterior.  La última parte del libro sí que tiene más ritmo, más acción, engancha todavía más, aunque el final me ha parecido demasiado precipitado. A pesar de todos estos aspectos negativos, el final es lo suficientemente abierto, algo que en general no me suele gustar, como para haberme dejado con muchas ganas de leer el tercer y último libro de la trilogía, El niño en la nieve, que seguramente leeré este fin de semana.  También me ha gustado mucho el aumento de la crueldad, la dureza, el ensañamiento del asesino con las víctimas respecto a la primera parte de la trilogía. Escenas que se graban en la memoria del lector, que le revuelven el estómago, que le impactan. Vamos, lo que buscamos cuando leemos una novela negra, ¿no?  Por si alguien tiene dudas de si se puede leer esta segunda parte sin haber leído antes la primera, la respuesta es sí. Los casos policiales son independientes, y las historias personales de los personajes pueden seguirse a la perfección.  Aunque, si me permitís un consejo, creo que siempre es mejor leer las trilogías  o las series en orden de publicación, para no perderse ningún detalle con el que disfrutar aún más de la lectura. En unos días os contaré qué me ha parecido El niño en la nieve. Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí