Termina el verano y llega el momento de despedir a algunos amigos que nos han acompañado desde el principio de la primavera. Hoy decimos adiós al “Buitre Sabio”, que no es otro que el buitre más pequeño y llamativo que podemos observar en la Península Ibérica, el Alimoche (Neophron percnopterus).
Antiguamente, antes de la mitad del siglo XX, las poblaciones de alimoches eran tan grandes que se las podía ver con facilidad en los basureros y los tejados de la mayoría de pueblos de España. Los alimoches realizan una gran labor de limpieza de posibles focos de enfermedades transmitidas por cadáveres de animales muertos o por los propios desperdicios que generamos los seres humanos.
El alimoche suele ser de los últimos animales en probar las carroñas de las que se alimenta, ya que su pico no tiene la suficiente fuerza para desgarrar las pieles de los animales muertos, su estrategia consiste en esperar a que otras especies mayores, como es el buitre leonado, hayan acabado con casi toda la carne y entonces acude para engullir las pocas pieles y restos de carne que quedan enganchados entre los huesos o por el suelo. Complementa su dieta con insectos y pequeños animales, así como todo tipo de desechos y heces animales. Además son visitantes habituales de los vertederos donde se alimentan de basuras humanas.
La historia comienza cuando el Barón Hugo Van Lawick se instaló en Tanzania donde se dedicaba a estudiar y a fotografiar la fauna de la mano de su mujer, la primatóloga, Jane Goodall. Este observo a los alimoches comer huevos y la sorprende la técnica que utilizan, si los huevos son pequeños y pueden cogerlos con el pico los rompen levantándolos con el pico y lanzándolos contra las rocas pero cuando son muy grandes y no pueden cogerlos con el pico, como ocurre con los huevos de avestruz, entonces logran romper la gruesa cáscara tomando una piedra y lanzándola repetidamente hasta que el cascarón se rompe. Entonces Hugo Van Lawick lanzo un pequeño desafío a otros naturalistas, quería saber si tan curioso comportamiento lo aprendían de los adultos o era congénito.
Me despido deseándoles a nuestros amigos los alimoches un buen viaje y un mejor regreso la primavera que viene.